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Actualizado: 11 de junio de 2025


Ante una de las chozas hállase, en pie, el romano Escipión en una postura perezosa. Sale de entre bastidores el ejército sabino, que avanza gravemente, dos pasos al frente, un paso atrás. Al advertir su presencia, el romano se anima un poco y los mira con curiosidad; pero la monotonía de su marcha le cansa; empieza a bostezar, se despereza y se sienta, flemático, en una piedra.

Y puesto que no pueden oírnos, no podemos convencerlas. Esto no tiene vuelta de hoja. ESCIPIÓN. He aquí por qué os propongo el plan siguiente: Elijamos entre nosotros un parlamentario, con arreglo a nuestras costumbres de guerra, y propongamos a nuestras encantadoras enemigas que hagan lo mismo.

Os juro por la cabeza de Hércules, de Júpiter, de Venus, de Baco, de Afrodita, que todos nosotros... En fin, ya me comprendéis, ¿verdad? ¡Señores romanos de la antigüedad, al asalto! CLEOPATRA. Ahora iremos a dar un paseíto. ESCIPIÓN. ¡Todo lo que queráis, señoras! ¡Señores romanos de la antigüedad, adelante! ¡Un, dos! ¡Un, dos! ¡No todos a una! ¡Cada cual cuando le toque!

JUAN GIRAUDOUX. La escuela de los indiferentes. Traducida del francés por Tomás Borrás. Simón el Patético. Traducida por Manuel Azaña. Lecturas para una sombra. Traducida por N. González Ruiz. FRANCIS JAMMES. Rosario al sol. Traducida del francés por Magda Donato. ANNIE VIVANTI. Los devoradores. Traducida del italiano por Cristóbal de Castro. ESCIPION SIGHELE. Eva moderna.

Es verdad que Escipión era un guerrero que hizo matar y mató muchos hombres honrados que defendían su patria contra la invasora Roma y saqueó é incendió muchas ciudades; pero á pesar de sus crímenes, que son los de todos los enemigos del hombre, no era un conquistador vulgar, puesto que en vez de exhibirse orgullosamente en actitud majestuosa entre sus conciudadanos, no se creía rebajado divirtiéndose como un niño de aldea, y se entretenía arrojando pedazos de madera al agua y lanzando piedras llanas sobre la superficie para verlas resbalar y saltar por encima del arroyo.

ESCIPIÓN. Mientras toda la naturaleza, etcétera, etc., vuestros maridos, señoras, ¿dónde están? No los veo por ninguna parte. Brillan por su ausencia. Os han abandonado. Diré más, a riesgo de provocar vuestras iras: os han hecho traición vilmente. CLEOPATRA. Todo eso está muy bien, señor.

Bien puede arrostrarse tal peligro por apoderarse de esas divinas criaturas. ¡Adelante, romanos! ¡Al asalto! ESCIPIÓN. ¿Habéis notado, señores, que no han dado ni un grito? Es una mala señal. Prefiero una mujer que grite. ¿Qué hacer ahora? Yo sólo deseo llevar una vida de familia. Yo también sueño con un hogar. Sin un hogar, la vida no tiene atractivos.

Palabra del Dia

rigoleto

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