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Actualizado: 9 de junio de 2025
Nunca de tus labios se escapa una palabra que pueda traicionarte. Ella adivina, sin duda, lo que pasa en tu corazón, aunque sería inútil que buscaras en su actitud, en su trato, en sus palabras, el más ligero indicio de ese conocimiento. Acaso tampoco tenga ella la hipocresía de manifestar por su marido un amor que no le tiene.
En un libro se pueden resumir muchas proposiciones en una, poniendo la prueba de manera que las incluya á todas; pero esto con la viva voz no se puede hacer, porque se distrae mucho el entendimiento, y se le escapa la vista de lo principal.
La calma es completa, mas, en el horizonte, aparecen pálidos relámpagos; á pesar del silencio que reina, óyese por momentos un ruido sordo que parece se detiene. El mar se estrella contra la playa gimiendo y suspirando, y á veces, de su fondo, se escapa un sordo rumor... Prestad atención á esto: es la llamada del mar. Esto basta para poner en guardia al pájaro.
No gozando de los placeres de toda laya con que brindan las grandes capitales, la sensualidad se escapa por ahí.
No, señor; ni al lucero del alba que viniese con una torta en la mano. Pues por eso digo, que en cambio de mi voluntad que le he dado, me da Vd. un desprecio. Yo no desprecio á Vd. ¡Pero no me quiere dar oídos! Si no es hoy, mañana será; ó he de poder poco. Señor, exclamó azorada y ofendida Varmen. ¡Á carrera larga nadie escapa!, repuso el guarda, cogiendo su escopeta y alejándose.
Esta fué de Davis, muy entendido, Que á vuelta del Estrecho se ha quedado Con tres naves, las dos se han sumergido Que cosa alguna dellas no ha escapado: De su saber Davis bien se ha valido, Y del temor las fuerzas ha sacado, Escapa con la maña mas que pudo De aquel contrario tiempo, fuerte y crudo.
Entonces a éste se le escapa el hacha, vacila y cae... Un choque... un remolino de agua... Ha desaparecido. Juan se lanza hacia adelante, su pie tropieza con el puente levantado; delante de él hay un negro agujero. ¡Hermano! ¡hermano! exclama con loca angustia. No piensa ya en nada, no siente nada. Sólo una idea: «¡Salva a tu hermano!» le zumba en la cabeza.
En aquel momento sonó una detonación, y poco después se oyeron las voces de los criados que gritaban: ¡Fuego! ¡fuego en la cámara de su excelencia la señora condesa! ¡Eso es que Quevedo se me escapa! exclamó doña Catalina. Y corrió desolada al lugar del incendio. Entre tanto el conde sacó del bolsillo una carta, la retorció y la puso á la luz. Aquella carta ardió.
No siempre han evitado los dos falsos derroteros mencionados, y aparecen obscuros y ampulosos, por ser incompatible la verdadera claridad con lo que escapa á toda determinación, ó empleando alegorías enigmáticas é inflexibles, opuestas á la genuina poesía.
Aquellos brazos que le sujetaban y aquella voz que le hablaba, mojada en lágrimas, eran los brazos y la voz de Quevedo. Este y el padre Aliaga, habían entrado sin que á causa de lo horrible de la situación los sintiera don Juan. ¡Desarmadle, fray Luis! ¡vive Dios! ¡que tiene las fuerzas de un toro y se me escapa! gritó Quevedo luchando con don Juan.
Palabra del Dia
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