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Actualizado: 24 de julio de 2025
Introduzcámonos en el hogar Pez; nademos un momento en el agua de esta redoma de felicidad, donde brillan las escamas de plata y oro de este matrimonio dichoso, y de esta prole dichosísima. Los tiempos eran prósperos. Tocaba entonces estar arriba. El árbol fecundísimo del poder protegía con su plácida sombra a la familia. Bastaba alargar la mano para coger sus sabrosas frutas.
Un enorme globo de cristal pendiente del plafón, proyectaba una claridad viva y pura sobre un rico tapiz turco, de un azul brillante, en el que se veían bordados hermosos pájaros rojos que desplegaban sus alas doradas, y tenían entre sus patas de plata largas serpientes de escamas verdes como esmeraldas; un diván de raso obscuro, daba la vuelta a toda la pieza.
Y el mar, que bajo la sombra del vapor era oscuro como la noche, del lado del oriente brillaba como un inmenso espejo, agitando sus escamas en un vaiven interminable que multiplicaba los efectos de luz en las cimas de las olas, y las medias tintas y las sombras fugitivas en los intersticios momentáneos abiertos al quebrarse las grandes moles cristalinas y espumantes.
La gente es de buena estatura y bien hecha, aunque de color de aceituna. Hay no pequeña parte del pueblo que tiene como de herencia un género de lepra, que parece que los cuerpos están cubiertos de escamas de pescado, pero no les causa molestia ni fastidio.
Sus reflejos son singulares y á menudo extrañamente iríseos, por ejemplo, sobre las escamas de los peces y sobre los moluscos, que al parecer reciben por ese medio toda la ostentación de sus nacaradas conchas. Es lo que más llama la atención del niño que por primera vez ve un pescado. A mí me sucedió esto siendo muy pequeño, aunque recuerdo como ahora la impresión que me produjo.
El pecho encerrado en los mamilares de la coraza de escamas, el metálico casquete rematado por dos alas blancas, la lanza vibradora en una mano, el manto purpúreo siguiendo con una flotación de bandera su paso vigoroso de virgen fuerte: todo esto había sido la realidad.
Esta corriente atmosférica hacía caer á veces en los vasos de los parroquianos moscas secas procedentes del verano anterior, escamas de pellejo del culebrón y un polvillo sutil, mezcla de su relleno vegetal y del arsénico empleado por sus preparadores para impedir que se pudriese.
Algún obrero viejo marchaba solo al lado de un hospiciano. ¡Pobrecito! No tenía madre; estaba, en su desgracia, peor que los otros. Su mano callosa, cubierta de escamas del trabajo, acariciaba las mejillas infantiles, mientras la cara barbuda miraba a lo alto, pensando en que los hombres no deben llorar. Toma un perro gordo: lo guardaba para «un quince»... Que te apliques... que seas bueno.
Al cabo de quince días, perdió por completo la piel, crió seguida otra nueva, y recuperó su forma y color primitivos. El triunfo del doctor era evidente. Mi único sentimiento decía, es que no hayamos guardado a Romagné en una jaula, para observar en él, al mismo tiempo que en vos, los efectos del tratamiento. Estoy seguro que ha estado, durante siete u ocho días, cubierto de escamas como un pez.
Al frente, hácia el poniente, se extiende el Atlántico, brillante, agitado, mugiente, inmenso y lleno de majestad y misterio...el mar con toda su fascinación, con sus reflejos inasibles, con su movilidad eterna, y sacudiendo su lomo de escamas luminosas, como un dragon enfurecido por la resistencia de las rocas que quisiera devorar ó pulverizar.
Palabra del Dia
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