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Actualizado: 20 de junio de 2025
Una angustia deliciosa me oprimía el pecho blandamente. Sentía escalofríos de anhelo y voluptuosidad, cual si me hallase a las puertas mismas de la dicha. Pasado aquel extraño transporte, que debe achacarse en gran parte a la material impresión del movimiento, me sentí tranquilo; pero me confesé ingenuamente que estaba enamorado de la monja sevillana mucho más aún de lo que había imaginado.
Yo me creí arrostrado por aquel empuje descomunal, figurándoseme que iba en el vientre de un mónstruo deforme. Sentí escalofrios en toda la espalda, y con los cabellos erizados y un estremecimiento nervioso que no podia evitar, salí á cielo raso.
Aunque trató de secarse inmediatamente con el pañuelo, no pudo evitar que una regular cantidad de agua le entrase entre el cuello de la camisa y la carne, lo cual le produjo escalofríos y estornudos para buen rato. El fuego había quemado en tanto la cuerda que sujetaba el zorro al árbol y el animal había desaparecido ya en la hoguera.
Siguióse a éste una granizada de ellos entre los contendientes, con un pavoroso estruendo de ballenas y varillas de alambre que daba escalofríos al varón más arriscado. Muchos, que no se habían acordado siquiera de emitir su opinión sobre la dentadura de los reptiles citados, recibieron su parte alícuota de paraguazos, lo mismo que los que más habían esclarecido la cuestión con sus discursos.
Los dos quedamos mudos por algunos instantes; yo contemplándola estupefacto; ella con la cabeza baja y sin abandonar mi brazo. ¿Pero dónde va V. á estas horas? Me voy con V. respondió alzando la cabeza y sonriendo como si dijese la cosa más natural del mundo. ¿Á dónde? ¡Qué sé yo! Donde V. quiera. Á un mismo tiempo sentí escalofríos de placer y de miedo. ¿Ha huido V. de su casa?
Papitos le abrió la puerta; dirigiose a su cuarto sorprendido de ver luz en él, y al encarar con su tía, que estaba revolviendo el tercer cajón de la cómoda, comprendió que su secreto había sido descubierto, y le corrieron escalofríos de muerte por todo el cuerpo. Doña Lupe supo contenerse.
Feli protestaba contra su empeño de permanecer en vela; sentíase bien: el peligro había pasado... Juntáronse los dos cuerpos por la atracción del calor, pegándose el uno al otro con intensos escalofríos. Se confundían sus alientos y los sudores de su piel; experimentaban la voluptuosidad del bienestar animal al ir calentándose poco a poco en esta comunión de sus cuerpos.
Sí, ahí van.... Y el mismo esposo estiró el cuello... y asomó la cabeza.... Lo vio todo. Dio un salto atrás. ¡Infame! ¡es un infame! ¡me la ha fanatizado! Sintió escalofríos. En aquel instante la charanga del batallón que iba de escolta comenzó a repetir una marcha fúnebre. Al pobre Quintanar se le escaparon dos lágrimas.
Y cegadas por la vanidad herida, recordando sin duda las burlas que ellas habían dirigido a otras familias, turbábanse por momentos, creyendo ver miles de ojos rijos en ellas y que las señoras desde los carruajes las sonreían desdeñosamente, como si fuesen criadas disfrazadas. Hasta llegaron a pensar con escalofríos de terror si a su s espaldas las señalarían irrisoriamente con el dedo.
Palabra del Dia
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