Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 7 de octubre de 2025
Ruega, suplica, y no puedo despreciarle porque le amo.... Puede mucho una mujer.... Yo mataré en el corazón de Ernesto esa pasión funesta... yo seré su ángel tutelar... y cuando le vea yo regenerado, cuando haya dejado para siempre ese vicio horrible... ¡le daré mi mano!
ERNESTO. ¡Tú has roto mi antiguo Rouen...! ¡Borrachón! ¡Pellejo de vino! ¡Un servicio de café que había heredado de mi pobre padre...! CHUPIN. ¡A mí también me heredaste de tu pobre padre...! ERNESTO. ¡Un rico regalo que me hizo...! ¡Hala...! ¡Has colmado ya mi paciencia...! ¡Vete...! CHUPIN. ¡Está bien...! ¡Volveré cuando estés de mejor humor...!
Pero estas todas eran cosas hondamente sumidas en su mundo interior y de ellas jamás tenía ocasión de hablar con nadie. Ahora estaba, desde hacía un mes, en la estancia de su tío Ernesto Molina. Procuraba distraerse con la lectura; pero los libros, en aquella campaña despoblada, monótona, sobreexcitaban las ansiedades vagas de su corazón.
Ayer habían salido los dos con Raquel y con Charito González y a la media hora volvieron. Adriana se sentía mareada, les pidió que la dejaran sola y se ocuparan ellos de todo. Después tomó un libro, estuvo dos o tres horas con el libro abierto en la falda sin volver una hoja. En fin ¿qué piensas tú? Ernesto Molina meneó la cabeza. Esta muchacha se casa por lástima.
Luego nos trasladaremos a la alcaldía del décimo distrito, donde me reconocerá usted. Por la noche, en fin, le presentaré a la familia de mi novia... Mientras habla, Ernesto acompaña al señor Froment hasta la puerta, donde se despide de él. En este momento, Chupin irrumpe en el despacho, aun más borracho que antes.
Entorné los ojos, deslumbrado por el incendio general del árbol de fuego, y a través de la mancha rojiza que percibían mis lastimadas pupilas, me pareció ver el rostro de Angelina pálida y llorosa. Diga usted, Gabriela... dije muy quedito.... ¡Me ha escrito! ¡Me ha escrito! Una carta muy tierna, ¡una carta muy sentida! ¿Quién? Ernesto. ¿Sí? ¿Le sorprende a usted? No... pero no lo esperaba.
Ascendían, trazando en los espacios gigantescas curvas, tronaban en lo alto, y de la explosión brotaban raudales de polvo de oro, centenares de luces que al descender semejaban una lluvia de piedras preciosas. La charanga se soltó tocando el Himno Nacional. Dominó Gabriela su abatimiento, y me dijo en voz baja, con expresivo acento sigiloso: Hoy le contesté a Ernesto.
Todo el rebaño masculino que con la flor en el ojal y el monóculo hundido en la ceja bailaba y aventuraba luises en la ruleta, desde Niza a Monte Carlo, la miraba con avidez y respeto, como un caballo de raza que acabase de ganar el Gran Premio en las carreras. ¡Ah! ¡La Brunna! decían con entusiasmo. La querida del rey Ernesto... una gran artista.
ERNESTO. ¡Usted también dice «¡Ah..., ah...!» Lysiane estaba al corriente de este detalle y me había manifestado que carecía de importancia. Mi futuro suegro no tenía la manga tan ancha; cuando ayer tuve que confesarle la irregularidad de mi nacimiento, se contristó. «¡Qué gran contrariedad, amigo mío...! Nosotros pertenecemos a una familia burguesa último refugio de los más arcaicos principios.
Pasemos a otro orden de ejercicios... El señor Ernesto Lucien sale de su alcoba y entra en su despacho. Como vive de una renta vitalicia de cincuenta mil francos, legados por un padre que ha reconocido así las bondades de la madre sin reconocer al hijo, el señor Ernesto Lucien no necesita trabajar en su despacho.
Palabra del Dia
Otros Mirando