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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Los muertos habían conocido la dicha mucho antes; ahora les tocaba el turno a ellos, y debían aprovecharse de la buena suerte. Feli, vida mía exclamó Maltrana con su vehemente exageración , ríete de los muertos; no nos odian, nos envidian. Grita conmigo: ¡viva el amor!...

Me odia, me detesta, y yo le amo.... Ya usted ha visto cómo me trata.... ¡Y todas las gentes me envidian, y todos dicen que soy la más feliz de las mujeres!... ¿Feliz? Debe usted perdonar a Pepillo.... Le perdono... pero no puedo permitir que sea así.... La perversidad de ese niño crece de día en día.... ¡Por fortuna no vivirá mucho!... No le deseo la muerte, no. ¡Dios me libre de ello!

Al principio, por no parecer envidiosos, hacen como que la acatan: y, como que es de fuertes no temer, ponen un empeño desmedido en alabar al mismo a quien envidian, pero poco a poco, y sin decirse nada, reunidos por el encono común, van agrupándose, cuchicheando, haciéndose revelaciones. Se ha exagerado. Bien mirado, no es lo que se decía. Ya se ha visto eso mismo. Esos ojos no deben ser suyos.

Calderón expresa de este modo su veneración hacia Lope de Vega: Aunque la persecución De la envidia teme el sabio, No reciba de ella agravio, Que es de serlo aprobación: Los que más presumen, son, Lope, á los que envidias das, Y en su presunción verás Lo que tus glorias merecen, Pues los que más te engrandecen Son los que te envidian más.

He tenido un gran éxito... Vea usted estas flores... Me aclaman, me envidian... Soy un hermoso ídolo ¿verdad? ¿Quién no querría estar en mi puesto?

De tales encantos rodeada se alza la casa del tío Tumbaga, labriego querido y respetado en la comarca, como pudiera serlo cualquiera de sus antepasados cuando se cubría ante el Rey, y a quien más que el olivar o las tierras de pan llevar que constituyen su hacienda, envidian las mozas el hijo que Dios y su mujer, de común acuerdo, le dieron, a los nueve meses justos de matrimonio, allá por el año de mil ochocientos cincuenta y tantos.

Todos me envidian y codician mis riquezas, pero, a decir verdad, amigo mío, ¿de qué me sirven lujo, comodidades y bienestar, si en medio de todo eso soy víctima de ese pobre niño, de mi hermanito, de mi único hermano a quien amo y compadezco?

Con cierta instrucción y alguna memoria, quiere echarlas de ingeniosa, y puedes pensar cuánto contribuye a su reputación la presencia habitual de Lacante y cuánto se la envidian. Lo más asombroso es que a él le guste, pues no es posible que se haga ilusiones sobre lo que vale la señora.

Pero su alegría estaba envenenada por preocupaciones malvadas, y sin dejar de recibir saludos, Clementina pensaba: ¿Conseguiré destruir esta dicha que todos proclaman, elogian y envidian? Vió á Mauricio que hablaba alegremente con Herminia, mientras Roussel, en un círculo de señoras, prodigaba sus gracias y sus amabilidades. Una nube oscureció la frente de la solterona.

Te has llevado lo mejor del barrio, granuja. ¡Los que te envidian por allá y desean verte morir!... Pero lo que has hecho es propio de tus pocos años. ¡Ay, si tuvieses los míos! ¡Si poseyeras mi sabiduría!... Ya te cansarás: el amor es un sarampión de cabeza, que todos sufrimos a cierta edad. Cree, muchacho, que el hombre está mucho mejor solo. Ya sabes que yo pasé unos cuantos meses en la Modelo.

Palabra del Dia

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