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Y pasaban meses y corrían años, y convencida la autoridad de que empleando la fuerza no podría atrapar al muy pícaro, que siempre se escabullía de la celada mejor dispuesta, resolvió recurrir a la traición. Nada más traicionero que el amor. Una Dalila de azabache se comprometió a entregar maniatados al nuevo Sansón y a sus principales filisteos.

Quería ver al señor Director, al señor facultativo, quería ver a un enfermo, a su señor padre, a un tal don Tomás Rufete; quería entrar aunque se lo vedaran; quería hablar con el señor capellán, con las hermanas, con los loqueros; quería ver el establecimiento; quería entregar una cosa; quería decir otra cosa...

Habían dudado un poco antes de entregar sus ahorros, pero ahora sentían una dulce confianza pensando que quedaban arriba, en manos de un hombre a quien todos los días nombraban los periódicos con los títulos de «acaudalado y filantrópico banquero». La vela del Corpus, con sus anchas listas azules y blancas, sombreaba desde los altos mástiles la plaza de la Virgen.

«¿Queréis tener la bondad de entregar al portador el libro de que me hablasteis anoche? Quizá sea algo serio para ; pero desearía ensayar su lectura. Hasta luego; venid lo más temprano posible. BettinaJuan lee y relee estas pocas líneas... hasta que no puede leer más, pues se le nublan los ojos. Esto es todo lo que me quedará de ella piensa.

El alma fuerte y recta de María Teresa la hacía prudente, aunque estuviese bajo la influencia sugestiva de Huberto, y si inconscientemente prolongaba el misterio de su decisión, era para estudiar a aquel futuro novio y no exponerse a entregar a un ser indigno la hermosa y noble ternura que los corazones apasionados transforman en perdurable amor.

»Yo firmé un recibo en que me obligaba á entregar aquel cofre cerrado, tal cual le había recibido, á la persona cuyo nombre constase en el recibo, ó á Juan, con facultades de abrirlo, si al devolverme el recibo se expresaba en él esta circunstancia; yo transmito á ti ese cofre, por una cláusula de mi testamento que te obliga á cumplir lo que yo no puedo por muerte.

Los dos esposos acuerdan entonces entregar á Don Enrique su hijo Pedro, para que lo lleve con sus parientes á la corte de Lisboa.

¡Tenía! ¡Tenía! dijo con arranque Quevedo . Decís bien, tío Manolillo, decís bien, vamos viendo claro; ya , ya lo que Juan Montiño buscaba sobre don Rodrigo Calderón cuando le tenía herido ó muerto á sus pies. Lo que buscaba ese joven eran las cartas de la reina; para entregar esas cartas era su venida á palacio, para eso, y no más que para eso, ha entrado en el cuarto de su majestad.

18 No hablo de todos vosotros; yo los que he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra su calcañar. 21 Habiendo dicho Jesús esto, fue conmovido en el espíritu, y protestó, y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar. 22 Entonces los discípulos mirábanse los unos a los otros, dudando de quién decía.