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En aquella angustiosa situación, no cesaba de entregar las afecciones de su alma a las personas a quien amaba y, especialmente, a Dios, con el que quiso unirse por medio del Sacramento de la Eucaristía, tomando, según su creencia, anticipada posesión de la Divinidad, o al contrario, posesionándose la Divinidad de su persona.

Los Genoveses hicieron una cosa bien hecha; porque luego que tomaron las galeras Catalanas se vinieron á Pera, sin querer entregar ningun prisionero á los Griegos, ni vender cosa de la presa, aunque el Emperador les acarició y honró.

Tiene indispensablemente que decirse, que entregar a su hija a uno de esos hombres, es entregarla a la peor de las alianzas, y degradar indignamente su propia obra. Su responsabilidad, en semejante materia, es tanto más pesada, cuanto que las jóvenes francesas, con nuestras costumbres, se hallan completamente imposibilitadas para tomar una parte seria en la elección de un marido.

Don Ramón continuó: Pues Guzmán el Bueno, para no entregar a Tarifa, envió a los moros un cuchillo con que degollasen a su hijo muy amado. Los dineros son la Tarifa de mi mujer, y no los entregará aunque me degolléis. Lo que no hará tampoco, echando con esto la zancadilla a Guzmán el Bueno, es el gasto inútil de enviaros el cuchillo, aunque sea el peor de la cocina.

Poco después apareció Estupiñá, de capa verde, trayendo bajo los pliegues de ella una cosa que abultaba mucho y que guardaba con respeto. Era el crucifijo de bronce de Guillermina, hermosa escultura de bastante peso, y que Plácido no quiso entregar a nadie sino a la misma dueña de él.

El entregar al hombre á merced del solo sentimiento, es arrojar un navio sin piloto en medio de las olas. Esto equivale á proclamar la infalibilidad de las pasiones, á decir: "obra siempre por instinto, obedeciendo ciegamente á todos los movimientos de tu corazon;" esto equivale á despojar al hombre de su entendimiento, de su libre albedrío, á convertirle en simple instrumento de su sensibilidad.

Volaban los tricornios a los balcones; cada cara bonita provocaba floreos interminables, en los que la hipérbole dilatábase hasta lo desconocido; y había muchacho que, impulsado por alguna copita traidora, despreciaba la vulgar invitación de las escaleras y se encaramaba por la fachada, agarrándose a las rejas, para entregar un ramo de flores a la niña y pedirle un duro a la mamá.

Catalina, de donde los llevaron por el arco de las Bendiciones á la capilla mayor. Cantó muy bien la música mientras hacian oracion, el obispo les dió á besar las reliquias, y vieron despues toda la iglesia y las alhajas. Fué muy notado en la ciudad que el infantito D. Luis, que despues fué arzobispo de Toledo, al recibir la visita del prelado, se apoderó de su sombrero y no se le quiso entregar.

Entró don Santos en la tienda, que era como el Magistral se la había representado, y dejándose alumbrar por el sereno atravesó el triste almacén donde retumbaban los pasos como bajo una bóveda, y subió la escalera lentamente, respirando con fatiga. El sereno salió, después de entregar la llave al amo de la casa. Cerró de un golpe y se fue calle arriba. Obscuridad y silencio.

E mando a Juan de Soria, mi Contador de la artillería, que ansí se los faga luego entregar su carta de pago, o de quien su poder oviere, cuanto que sean rescebidos. Fecha en la villa de Medina del Campo a 30 de Setiembre de 1504 años. Yo el Rey. Por mandado del Rey, Gaspar de Gricio