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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Hace un momento me hallaba en el teatro de la Comedia. Era el beneficio del primer galán. La sala estaba de bote en bote. En el segundo entreacto fui a saludar a la marquesa de Zamara y a su hija Matilde, que estaban en la primera fila de butacas, cerca del pasillo lateral de los números pares.

Al llegar a este punto, dio principio el cuarto acto de Los Hugonotes, y el notario interrumpió su relato. Nos vimos obligados a esperar hasta el entreacto siguiente, a que el narrador continuara su historia.

En el segundo, tercero y penúltimo entreacto, que por fortuna no fueron largos, ocurrió exactamente lo mismo, con lo cual el disgusto del enamorado arreció tanto, que comenzó a retorcerse en la butaca como diablo que se ahogase en agua bendita. ¿Si habría pensado aquella mujer que iba él a contentarse con una ración de vista?

Miss Percival se hablaba a misma: ¿Qué hacer? ¿qué decidir? ¿deberé casarme con ese joven que está enfrente y me mira?... pues es a a quien mira... Dentro de un momento, en el entreacto, vendrá y no tendría más que decirle: «¡Está bien! he aquí mi mano... Seré vuestra esposa.» ¡Y así lo haría! ¡Princesa, yo sería Princesa, Princesa Romanelli! ¡Princesa Bettina! ¡Bettina Romanelli!

Pilar Balsano fumaba, haciendo figuras, otro cigarro no tan fuerte, pero tan largo como el de la duquesa, y Carmen Tagle se desquijaraba chupando un entreacto que se mostraba algún tanto rebelde. Está visto que no tira dijo de pronto.

Apenas terminó el primer acto de Los Hugonotes, el notario empezó diciendo: Tienen que vestirse la reina y todas sus damas de honor; hay que construir también el castillo y los jardines de Chenonceaux, y, de consiguiente, el entreacto será bastante largo para que yo pueda referirles la historia que desean conocer.

En el entreacto, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, que estaban en butacas contiguas, subieron juntos a visitar a Rafaela. Muy impresionado estaba el vizconde, así por el canto como por la acción y la mímica de la Stolz, pero casi le borró aquella impresión una sorpresa que D. Joaquín, sin pensarlo ni quererlo, acertó a dar a él, y también a Juan Maury y a Rafaela.

Quizá suponga que me ha ofendido cuando fué a casa y quiera desagraviarme. En el primer entreacto Aurelia recibió un hermoso ramo de camelias que le trajo una florista. De parte de aquella señora que está en el palco número once. La niña alzó los ojos y vió a Clementina que la miraba risueña. Los dos hermanos dieron las gracias con fuertes cabezadas. Aurelia se puso muy colorada.

De repente oyó el golpe de la puerta cerrándose con violencia. Todos, menos la doncella, habían salido. Capítulo VIII Entreacto en la calle de los Abades «¿A dónde vamos? preguntó Isidora cuando salieron a la calle. ¡Qué pregunta!... A mi casa replicó don José, estrechando a Riquín entre sus brazos con ardiente cariño . Abades, 40. No parece sino que hemos de quedarnos en la calle.

Llevó consigo el mamotreto, debajo del brazo, y aquella noche, en un entreacto, entre El monaguillo y Las campanadas, fué al cuarto del bufo Celemín, director y primer actor de la compañía, y le dijo, a tiempo que le entregaba el manuscrito: Es preciso que se estrene esta obra. Los abonados lo exigimos. Es de un autor de la localidad.

Palabra del Dia

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