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Mas no se pasó mucho tiempo sin que se abriera la puerta de par en par, y entrara por ella un carcelero con una bujía encendida, anunciándome que pronto llegaría el juez y el escribano. Aparecieron al fin estos dos varones, y fue extraordinaria mi sorpresa al encontrarme enfrente de dos señores que jugaban todas las tardes al billar conmigo en el café Suizo.

En todo cuanto se diga para definir, entrará lo definido: las palabras, cosa, realidad, existencia, todas significan ser.

ELVIRA. Ya eres, Sancho, mi marido: Ven esta noche a mi puerta. SANCHO. ¿Tendrásla, mi bien, abierta? ELVIRA. ¡Pues no! SANCHO. Mi remedio ha sido; Que si no, yo me matara. ELVIRA. También me matara yo. SANCHO. El cura llegó y no entró. ELVIRA. No quiso que el cura entrara. SANCHO. Pero si te persuades A abrirme, será mejor; Que no es mal cura el amor Para sanar voluntades.

Cuando llegué estaba en su sano juicio. ¡Preguntome por ti con un interés...! Dijo que te quería más que a nadie, y que en cuantito que entrara en el Cielo, le iba a pedir al Señor que te hiciera feliz. Yo, francamente, al oír esto, vi que estaba fatal, y Severiana me dijo que anoche creyeron por dos o tres veces que se les quedaba en las manos.

Lo cierto es que me ha proporcionado para mañana, a las diez de la noche, una cita con mi novia. La chacha me abrirá la puerta y me entrará en la casa. Ignoro a dónde se llevará a doña Juana para que no nos sorprenda. La chacha dice que yo debo descuidar, que todo lo tiene perfectamente arreglado y que no habrá el menor percance. En su habilidad y discreción pongo mi confianza.

Pascuala cogió entre sus manos la cabeza de la joven y la colocó con menos molestia; la entró uno de los brazos, que colgaba fuera de las sábanas; arregló éstas y las almohadas, y cerró un poco más la ventana, por que no entrara más claridad que la necesaria para no estar á obscuras. Usted ya no sale de aquí dijo Bozmediano á Lázaro.

El gran sistema es el mío, señora; este sistema que no ceso de recomendar a todas las madres que conozco. Orden, rigor, silencio, encierro perpetuo y esclavitud constante. Mis lecturas y meditaciones me han inspirado estas ideas. Son también las mías. Mi hija Asunción entrará pronto en un convento, y Presentación está destinada a ser soltera, porque así lo he resuelto yo.

La frecuencia con que el ejército liberal mudaba generales y los errores del Gobierno central, servían de sarmientos a la hoguera: apenas pasaba día sin que entrara de Francia algún jefe insurrecto; Navarra era un volcán; asaltábanse los trenes de viajeros, y un cura famoso inauguraba la larga serie de sus repugnantes maldades.

Sustentámonos así del aire, y andamos contentos. Somos gente que comemos un puerro y representamos un capón. Entrará uno a visitarnos en nuestras casas, y hallará nuestros aposentos llenos de huesos de carnero y aves, mondaduras de frutas, la puerta embarazada con plumas y pellejos de gazapos; todo lo cual cogemos de parte de noche por el pueblo para honrarnos con ello de día.

Tellagorri hacía que su nieto entrara en el río cuando llevaban a bañar los caballos de la diligencia, montado en uno de ellos. ¡Más adentro! ¡Más cerca de la presa, Martín! le decía. Y Martín, riendo, llevaba los caballos hasta la misma presa. Algunas noches, Tellagorri, le llevó a Zalacaín al cementerio. Espérame aquí un momento le dijo. Bueno.