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Actualizado: 11 de julio de 2025


En 1442 moraba en la collación de San Miguel el juglar pedro Rodríguez, según consta del Padrón de Contias de los vecinos de dho. barrio del año 1442 y por último en otro Padrón, también del siglo XV, de la collación de Santiago se cita á Pedro Alonso, juglar pobre y por último no olvidaremos á Juan Canario, que con un compañero suyo fué en la procesión del Corpus del año 1454, imitando ó entonando coplas probablemente el canto de los pájaros .

Estoy oyendo tus gemidos, Córdoba; estoy viendo las lágrimas que brotan de tus ojos, ¡Qué dia de desolacion para aquel terrible dia! Mientras tus árabes te dejaban en silencio, tus enemigos te ocupaban entonando cánticos de triunfo. Tus alcázares fueron saqueados; tus templos profanados; violados los hogares de tus hijos.

Veinte años antes, Simón Cerojo no se hubiera fijado siquiera en estos imponentes detalles, y hubiera caminado impávido a la misma hora y por el mismo sendero, entonando unas seguidillas, a pesar de la lluvia y del frío. Pero la vida regalona y el apego a las comodidades del rico Peñascales, habían enervado los bríos y arrugado el corazón del apuesto cortejante de la arisca Juana.

Cantaba María de la Luz, cantaba el señorito, y hasta el cejijunto Chivo, obedeciendo a su patrón, soltaba el chorro de su voz fiera, entonando broncos recuerdos a la reja de la carse y a las puñalás caballerescas por defender a la madre o a la mujer amada. ¡Olé, grasioso! gritaba el capataz, irónicamente, a aquel figurón patibulario.

Se necesitaba tener corazón de piedra para no conmoverse cuando, cogiendo la guitarra y poniendo los ojos en blanco, se arrancaba por el Fandanguito de Cádiz, entonando después melancólicamente el ¡Triste Chactas...! que hacía llorar a todas las muchachas de la época, o aquello otro punteado y expresivo que comenzaba: /* Inflamado mi pecho amoroso, sólo en ti se cifraba mi anhelo.... */

En un extremo del salón rasgueaban sus guitarras unos gitanos, entonando canciones melancólicas. Una de aquellas mujeres, con entusiasmo de neófita, saltó sobre la mesa, comenzando a mover torpemente las soberbias caderas, queriendo imitar las danzas del país, haciendo alarde de los adelantos realizados en pocos días bajo la dirección de un maestro sevillano.

Y a la fuerza, cogiéndole por las manos, lo alzó de la silla y se puso a dar vueltas con él, entonando uno de los cantos largos y monótonos del país. Fray Diego se sintió rejuvenecido. Recordaba sus tiempos de mastuerzo allá en la aldea, cuando su tío el cura de Areces le molía a palos porque saltaba de noche por la ventana para ir a cortejar las mozas de los pueblos vecinos.

Dos hombres tocaban la guitarra en puntos opuestos del corral, y un chicuelo de doce a catorce años, con vocecita cascada y antipática, iba entonando unas carboneras con bastante estilo. La puerta de Paca estaba solitaria. adentro su voz y llamé con los nudillos. ¿Es uté, señorito? No le esperaba tan pronto dijo la cigarrera, saliendo.

Como anuncio de los rosarios de madrugada era la salida de los hermanos campanilleros, que recorrían en las primeras horas de la noche las calles embozados en capas, deteniéndose en determinado punto, y entonando coplas de carácter religioso, á las cuales acompañaban con el repiqueteo de unas campanillas de mano que llevaban al efecto.

Se trataba del relato lúgubre de las hazañas de la Aretusa, navío de 74 cañones, cantado en tono menor, cuya melodía terminaba con un estribillo prolongado al fin de cada estrofa. Era de ver a Jack meciendo en sus brazos a La Suerte con el movimiento de un buque y entonando esta canción de sus tiempos de fidelidad.

Palabra del Dia

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