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Actualizado: 22 de junio de 2025


¿Y hay conciencias ya entre esos?... ¡pues si se conocieron ayer!... aunque cuando se vieron en la calle, tarde y á obscuras, y ya sabéis que la soledad y las tinieblas... ¡pero señor, si él estaba desesperado!... ¡Ah! ¡el rizo de doña Clara! ¡pues ya entiendo lo que no entendía! ¡Cómo! ¿el rey puede haber sospechado?... El rey no ve más que á dos dedos de sus narices...

En montón comprendía Emma que todo aquello significaba que la robaba el tío.... Y aquí estaba lo que ella entendía por lujo refinado.... No la importaba; y le dejaba hacer, le dejaba robar, prefiriendo no calentarse los cascos, calculando lo caro que le salía este placer de no meterse a pedir cuentas ni a reñir por cuestión de ochavos, ella que improvisaba una verrina a grito pelado sobre motivos de un caldo demasiado caliente.

Nada de eso, nada de eso respondía el cura, que no entendía de finuras... Me voy porque me voy... Buenas tardes... Adiós, señoras. Acompañé al cura hasta la puerta, y sus últimas palabras fueron: Sobre todo, no falte usted a la caridad... Cuando volví al salón, la conversación era ya animada. La de Sarcicourt estaba dando a la abuela una receta exquisita para hacer el pudign con fresas.

Rosita entendía y sentía varios cariños, que no se destruían entre y que se armonizaban lindamente.

El desarrollo del espíritu humano en sus diversas faces, durante la civilización grecorromana, podría ser figurado por un zigzag ascendente, que termina hacia el fin del imperio, eclipsándose hasta desaparecer por completo bajo una forma de moralismo que entendía prescindir de todas las formas de actividad mental que habían prosperado bajo el paganismo; así dio lugar al reflorecimiento colateral de las supersticiones primitivas, relegadas por aquéllas al segundo plan, pero no extinguidas.

Casi a gatas, como un trapero que hurga en los rincones, recogía los puchos, jurando cuando no encontraba o la cosecha era escasa. ¡Estos bolsistas hasta los puchos pierden en la rueda! murmuraba. Y volviendo a su idea de hacer justicia, como él la entendía, añadió: ¡Vaya si lo hacía, y qué bien hecho estaría! ¡zas! ¡zas! y ¡zas! no hay otro remedio.

El brigadier me echó una mirada, como para decirme, si yo comprendia; yo echó otra mirada al brigadier, como si quisiera contestarle que no entendia una jota de aquella rara pantomima, y ambos miramos al conserje, el cual tenia vueltos los ojos hácia la puerta principal, en significacion sin duda de que no queria responder.

Una noche, al principio de la cena, comenzó a desvanecerse con mil mentiras, de que el embajador se enfadó mucho; y no pudiéndolo sufrir, me dijo en español, que el otro no entendía: "Mucho me cansa este loco."

En la casa jamás se le oía pedir ni ordenar nada: parecía una sombra cuando entraba o salía o se sentaba a la mesa a comer. Con su mujer y con Maximina, más se entendía por gestos que por palabras: como sus necesidades eran poco complicadas, no costaba gran trabajo tenerle siempre satisfecho.

Mas hete aquí, que á la dicha función ocurriósele asistir también al conde de la Puebla Asistente de la ciudad, y al ver el sillón preparado para otro, mandólo quitar sin más miramiento, porque entendía que si él, que era tan alta autoridad, no tenía preferencia, no debía permitir que ningún marqués de la Algaba ni de ninguna parte la tuviera en su presencia.

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