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Y advierta que ya tengo edad para dar consejos, y que este que le doy le viene de molde, y que más vale pájaro en mano que buitre volando, porque quien bien tiene y mal escoge, por bien que se enoja no se venga.

Navaja en mano es tremendo, y ya que no quiera por piedad abrir a nadie una gatera en el vientre, lo que es para pintar un jabeque en la cara al propio lucero del alba, no tiene el menor escrúpulo si se enoja.

17 Porque la Escritura dice de Faraón: Que para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi potencia, y que mi Nombre sea anunciado por toda la tierra. 18 De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece. 19 Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja? porque ¿quién resistirá a su voluntad? 20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres , para que alterques con Dios?

Sea efecto de la educación o de la naturaleza, lo cierto es que mientras al hombre, por lo general, le enoja saber que su mujer, su novia o su querida ha tenido otros amores, a la mujer le encanta y enamora más saber que su marido o su amante los tuvo. Y esto por recatada que ella sea y por celosa que se muestre.

Poniendo, pues, á un lado y en salvo mi extraordinaria admiración por Göethe, voy á decir aquí algunas de estas rarezas. En primer lugar, me pasma y me enoja que el Dios de Göethe tenga el capricho, en su conversación con el diablo, de presentar á Fausto como un segundo Job, como un modelo de varón justo, aunque débil y sujeto á error como todo el que aspira.

BARBERO. Harélo, señor, así. DON JACINTO. Entra; el alma está afligida, Que aquesto por suceda. Mas en naciendo la ley De humano el pobre y el Rey Por primer blasón hereda. El alma penosa queda En este forçoso trato De honor, y me llama ingrato; No más que á Mayor adora, Y se enoja, porque agora Rompo su hermoso retrato, etc.

Me abandoné con voluptuosidad a aquella noche larga y rigurosa en la que nada limitaba la independencia de mi pensamiento. Todos esos cuadros que el día anima y colorea, todo lo que me recuerda la vida me enoja y me contraría.

-Dice verdad el señor don Quijote de la Mancha -dijo a esta sazón el cura-; que él va encantado en esta carreta, no por sus culpas y pecados, sino por la mala intención de aquellos a quien la virtud enfada y la valentía enoja.

En su estrado estaba doña Mencía, sola y entregada a sus rezos, en una hermosa mañana del mes de Abril, cuando su doncella Leonor entró precipitadamente, asustada y llorosa, y se echó a sus pies pidiendo perdón y refugio. Yo no tengo la culpa, señora; yo no tengo la culpa. Mi padre se enoja contra , y quiere matarme sin justo motivo.

Allí nos separaremos, porque mi padre se enoja cuando entro tarde en casa, y ella le acompañará a usted hasta las oficinas. Muchas gracias, amigo mío. El túnel les había conducido a un segundo espacio más singular que el anterior.