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Actualizado: 8 de julio de 2025


Otro de ellos atado fuertemente con sólidas lianas, estaba tendido sobre la yerba, haciendo desesperados esfuerzos por librarse de sus ligaduras. Los primeros eran fuertes, musculosos, de pechos amplios, facciones angulosas y duras como las de la raza malaya, pelo abundante y rizado, dientes agudos y ennegrecidos por el uso del betel y piel cobriza, pero de tonos sucios.

Y la misma mano verde que pone florecillas y mariposas sobre la tumba anónima cuelga olorosas guirnaldas de los muros ennegrecidos por el incendio, tapiza con terciopelo vegetal las pendientes abiertas por las explosiones, hace gorjear los pájaros y rebullir los insectos sobre las sepulturas, guía la serpenteante enredadera por el leño negro de las cruces, como si quisiera convertirlas en tirsos...

Aresti admiraba á los trabajadores, que estaban allí como en su casa, habituados á una temperatura asfixiante, moviéndose como salamandras entre arroyos de fuego, enjutos, ennegrecidos cual momias, como si el incendio hubiese absorbido sus músculos, dejándoles el esqueleto y la piel.

Gabriel lamentaba la suerte de la pobre joven, viendo cómo la había devuelto al mundo después de su fuga del hogar. Las consecuencias de su mal la martirizaban de vez en cuando con horribles dolores que ella procuraba ahogar. Si sonreía, sus dientes se mostraban ennegrecidos y rotos por la absorción del mercurio, entre unos labios de triste color de violeta.

Entre esos son de mucho mérito, por su majestad y su importancia, así como por su solidez, el Palacio de Justicia, sobre la margen derecha del Saona, y sobre la derecha del Ródano los inmensos edificios, ennegrecidos por el tiempo y de grandiosas fachadas, donde se mantienen el Hospital y el Hospicio, que recogen á muchos centenares de huérfanos y enfermos, sirviendo también de bazares en el piso bajo, donde hay innumerables tiendas y almacenes de todas clases.

Abajo, en las oficinas, estaban los hombres de la administración, con la pluma tras la oreja, llevando las complicadas cuentas de las entradas de mineral y de hulla, del acero elaborado, que se esparcía por toda España en forma de rieles, lingotes y máquinas, y de los jornales de un ejército de obreros ennegrecidos y tostados junto á los hornos.

Traspuso la puerta, cruzó un patio lleno de pilas de lingotes de hierro, y entró en una nave larga y anchurosa, iluminada por ventanales tras cuyos vidrios empañados se adivinaban muros ennegrecidos, montones de carbón, chisporroteo de fraguas, y altas chimeneas que en nubes muy densas lanzaban a borbotones el humo pesado y polvoriento de la hulla.

En la parte más alta de la fachada extendíase una fila compacta de ventanillas con adornos góticos, unas tapiadas, otras abiertas para dar luz y aire a los desvanes, y sobre ellas el alero monumental, el alero grandioso, como sólo se encuentra en los palacios de Mallorca, extendiendo hasta el promedio de la calle su ensamblaje de maderos tallados, ennegrecidos por el tiempo y sostenidos por vigorosas gárgolas.

Debajo se abrían sus grandes ojos, cuyos párpados ennegrecidos, cálidos, venenosos y casi transparentes, se abatían como dos compuertas cuando Salomé quería expresar su desdén, que era cosa muy común.

¡Pero qué de tristes compensaciones de lo que en ese barrio interminable revela algun bienestar! Es allí donde viven los ociosos amontonados como brutos, harapientos, semi-proscritos como gitanos, lívidos como el hambre que los devora, y hormigueando en las callejuelas, los sucios y ennegrecidos patios y las cloacas, como semilleros de gusanos.

Palabra del Dia

buque

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