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La Gris, con su apacible trote, llevaba por el camino brumoso al anciano y al joven igualmente preocupados... Para engañarse mutuamente hablaban de cosas indiferentes con animación ficticia, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Carlos se representaba la escena del día anterior, cuyo relato le había sido fácil obtener de algunos vecinos labradores, y subíanle al rostro vapores de cólera.

Es freqüentísimo juzgar los hombres de las cosas por las apariencias que se presentan á los sentidos, sin exâminar la realidad de las mismas cosas, y por eso es tambien freqüentísimo engañarse. Bello rostro tiene Ariston, dice uno, la cara es de hombre de bien: ¡qué agasajo tiene! es cierto que tiene policía, y habla con modo, y trata con cortesía á toda el mundo. ¡O! es Ariston muy buen hombre.

De aquí que el que imita lo moderno corre peligro de engañarse, deslumbrado por el aplauso vulgar y por el prestigio de la moda, y en vez de imitar exquisiteces y bellezas, imita estrafalarias novedades o insulsas tonterías.

Que todo es ameno, que todo es de rosa, que es palabra vana la fatalidad, que ninguna pena mi pecho destroza y que no es amarga la realidad. Porque hay que engañarse si el alma queremos que no se deshaga en girones mil, y siempre pensemos y siempre forjemos que nunca se mueren las rosas de Abril.

Recuerdo como pronunciadas las palabras que soñé para dichas por ella junto a mi oído; la imaginación se finge las amorosas respuestas, la memoria quiere engañarse a sabiendas, y los antojos de la fantasía se confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendré estímulo para el bien, ni energía contra el mal.

Algunos filósofos que han contribuido á la reaccion no admiten un Dios inteligente y libre, distinto del universo; es verdad, y por esto he dicho mas arriba que el panteismo era un ateismo disfrazado; pero al menos el ateismo de los panteistas de la época, es un ateismo que se avergüenza de confesarse tal, que algunas veces procura quizás engañarse á propio, persuadiéndose que no lo es.

D. Salvador Riada. Mi querido amigo: Mucho siento tener que decir á usted que Monte-Cristo, que oye turbio y que, además, suele distraerse, hubo de engañarse, y tal vez engañó á usted, sin la menor malicia, cuando le aseguró que me había parecido muy bien el Himno á la carne. Ni bien ni mal podía parecerme una obra que yo aún no conocía.

Si todos los hombres se convienen en un principio de razon, no pueden engañarse, porque aquello en que todos concuerdan es preciso que sea verdadero.

Si hay un hombre-globo, que salga, y le daremos las gracias; mas cuenta con engañarse en sus fuerzas: recuerde que primero hay que subir, y luego hay que dar dirección; y como dice Quevedo, «ascender a rodar es desatino; y el que desciende de la cumbre, ataja», observe que puede sucederle lo que a los demás, que conforme se vaya elevando se vaya viendo más pequeño.

Le había visto agitarse como un emparedado, pugnando por levantar la enorme losa caída sobre él, interpuesta entre los ojos de su espíritu y la luz ansiada. Y Mina no tenía siquiera el consuelo de la ignorancia, no podía engañarse como otras mujeres que creen ciegamente hasta el último instante en el talento de sus maridos y atribuyen su desgracia a injusticias de la suerte.