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Actualizado: 16 de septiembre de 2025


Durante los cuarenta días que pasaron ambos hermanos en casa del cura de Elizondo, nada ocurrió de memorable, si no es un ligero alivio de Carlos y la constante humanidad de Salvador, que preparaba lo necesario para sacar al enfermo de aquel país y conducirle a un asilo de orates.

Por todas las entradas del valle aparecían cuadrillas de facciosos, vestidos de zamarra, cubiertos con la boina blanca o azul y calzados con alpargatas o zapatos rotos. Al anochecer, Elizondo estaba lleno, y aún entraban más.

Salvador pensó en el cura de Elizondo, a cuya generosidad debían su asilo; pero como Navarro se enterase de que había venido con las tropas el padre Zorraquín, su antiguo amigo, quiso verle y que fuese él quien le ayudara a bien morir oyendo la confesión sincera de sus culpas.

Como si estallara dentro de su cuerpo un petardo, se levantó el confesor. No se había podido contener. Usted me... dispensará, Sr. D. Carlos dijo con torpe lengua , pero mis deberes militares.... No se pertenece uno desde que se mete en ciertos trotes. , ... vaya usted.... ¿Cuántos hombres hay en Elizondo? Doce mil y ochenta caballos. Con permiso de usted....

La imprudencia era grande, pero aquel general tuvo suerte, porque si la terrible nevada que cayó al día siguiente de estar en Elizondo cae antes, hubieran quedado la mitad de las tropas entre la nieve. El general pidió víveres a Francia, y gracias a la ayuda del país vecino, pudo dar de comer a su gente y preparar alojamiento.

Aquella misma tarde partió Salvador de Elizondo, deseando huir de un país que le infundía repugnancia y miedo, a causa de las muchas locuras que en él había visto; y así como el que visita una casa de orates se siente tocado de enajenación y con cierto misterioso impulso de imitar los disparates que ve, sentía nuestro hombre en cierta levadura recóndita de demencia, por lo cual se echó fuera a toda prisa.

El motivo de ser llevado por manos femeninas fue que en Elizondo, como en todo el territorio del Baztán, escaseaban los hombres, hasta el punto de que las faenas más rudas eran desempeñadas por niños y mujeres.

Cuando llegó el momento de dar sepultura al valiente soldado, víctima de una dolencia nacida de sus propias melancolías y de su irritable carácter, no se encontraron hombres que cargaran aquel desfigurado y un tiempo hermoso cuerpo. Todos los hombres de Elizondo estaban en la facción.

Pero de repente sonó en las calles de Elizondo estrépito de caballería; llegaron muchos jinetes a la casa del párroco; se apearon y el jefe de ellos entró en la casa sin pedir permiso ni hacer caso del cura, que salió trinando y bufando a pedir cuenta de tan irreverentes ruidos. A pesar de esto, la calidad del personaje exigía que se pasase recado a Su Majestad.

Palabra del Dia

passaro

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