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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Y, diciendo esto, asió de un caldero, y, encajándole en una de las medias tinajas, sacó en él tres gallinas y dos gansos, y dijo a Sancho: -Comed, amigo, y desayunaos con esta espuma, en tanto que se llega la hora del yantar. -No tengo en qué echarla -respondió Sancho. -Pues llevaos -dijo el cocinero- la cuchara y todo, que la riqueza y el contento de Camacho todo lo suple.
Hasta la casa de Marchamalo había envejecido tristemente; se agrietaba su vetustez de ruda construcción, que contaba más de un siglo. El impetuoso don Pablo, en su fiebre de innovaciones, hablaba de echarla abajo y levantar algo grandioso y señorial, que fuese como el castillo de los Dupont, príncipes de la industria. ¡Qué tristeza!
Sí, una carta contestó ella. ¿Por qué mentías? exclamó el marido con iracundo acento, temblándole la barba y los celosos labios. No sé lo que dije cuando me lastimaste en el brazo replicó Lucía recobrando su entereza ; lo cierto es que eché una carta ahora mismo. ¿Y por qué no me la diste a mí? ¿Por qué te vienes tú... sola? Quise echarla yo misma.
No hacía dos años aún que se había casado. ¡Qué moza, Manolo! ¡Y qué intención... y qué arte!... En ocho días no dejó un flamenco en su sano juicio. Casi hubo que echarla de allí por obra de caridad y cuestión de orden público No acabó de confesármelo ella; pero me consta que se llevó la palma de sus preferencias un potentado y hermosísimo albanés, con zaragitelles y todo.
El viejo capataz, enardecido por la voz de María de la Luz, parecía olvidar que era su hija, y soltaba la guitarra para echarla su sombrero a los pies. ¡Olé mi niña! ¡Viva su pico de oro, la mare que la crió... y el pare también!
Entre la patulea de beodos, dos seides de Trampeta, carcelero el uno, el otro alguacil, trataban de calentar a algunos de los que chillaban más fuerte, para que atacasen la morada del abogado; señalaban a la puerta, indicaban con ademanes elocuentes lo fácil que sería echarla abajo y entrar.
Un toldo que da sombra á parte del patio, bajo el cual toca la música; vistosas colgaduras en todos los bastidores de la casa; sinnúmero de faroles de todas formas, caprichos y tamaños, colgados, atados ó sostenidos donde quiera hay un clavo, un agujero, una rama ó un pequeño espacio, completan el adorno de aquella casa, que por su alegría y aglomeración de cosas y objetos, revela que sus amos están dispuestos á echarla por la ventana.
Golpes repetidos en la puerta, y la voz gangosa del hermano de Nélida, una voz que balbuceaba más que de costumbre por el temblor de la cólera: «¡Abre... abre!». Empujaba la puerta como si quisiera echarla abajo. Por un resto de prudencia habló a través del ojo de la cerradura: «Abre: tienes un hombre en la "cabina"... Se lo voy a decir a papá».
Debía entregarles la llave del camarote inmediato y seguir durmiendo, si tal era su gusto... Inútil resistir, pues llegaba al frente de un ejército de héroes... ¿Se hacía el sordo? ¡A la una!... ¡a las dos!... Y los héroes cayeron con todo el empuje de sus cuerpos sobre la puerta del camarote vecino, para echarla abajo y libertar a la dama. «No tema usted, princesa: no grite.
Arrepintióse al punto; había oído ella que las cosas santas no deben tirarse, sino quemarse, y volviólo a recoger todo de la misma manera para no tocar la reliquia, y fue a echarla entonces en una chimenea encendida que ardía en un ángulo. Otra vez lanzó, sin poderlo remediar, una mirada a hurtadillas, con medroso recelo, a la pálida cabeza del fraile muerto.
Palabra del Dia
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