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Era un hombre pequeño, encorvado, de cabeza blanca, miserablemente vestido, con un sombrero blando, grasiento, de color gris, echado a un lado; un verdadero florentino típico del pueblo. En los mercados lo conocían con el nombre de «Babbo Carlini», según supe después, y las cocineras y sirvientas encontraban placer en hacerlo el blanco de sus travesuras y bromas.

Reparando Candido en un Milton, le preguntó si tenia por un hombre sublime á este autor. ¿A quién? dixo Pococurante: ¿á ese bárbaro que en diez libros de duros versos ha hecho un prolixo comento del Génesis? ¿á ese zafio imitador de los Griegos, que desfigura la creacion, y miéntras que pinta Moises al eterno Ser criando el mundo por su palabra, hace que coja el Mesías en un armario del cielo un inmenso compás para trazar su obra? ¡Yo, estimar á quien ha echado á perder el infierno y el diablo del Taso; á quien disfraza á Lucifer, unas veces de sapo, otras de pigmeo, le hace repetir cien veces las mismas razones, y disputar sobre teología; á quien imitando seriamente la cómica invencion de las armas de fuego del Ariosto, representa á los diablos tirando cañonazos en el cielo!

El fámulo, que para verlos pasar se había echado a un lado con los forasteros, dijo a estos cuando llegó frente de donde estaban el viejo tal vez de mayor estatura y de más gravedad y belleza de rostro. Ese es mi amo, el señor Sankarachária.

Y šaliendo ellos, heaqui le truxeron un hombre mudo endemoniado: Y echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las compañas še maravillaron diziendo, Nunca h

16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? 17 ¿No entendéis todavía que todo lo que entra en la boca, va al vientre, y es echado en la letrina? 18 Mas lo que sale de la boca, del mismo corazón sale; y esto contamina al hombre.

Vila a la claridad de la luna parada e inmóvil dentro del marco de la ventana, los brazos cruzados sobre el pecho, el busto un poco echado hacia atrás. Al envío del beso, contestó con un ligero movimiento de hombros; en seguida con su bella voz de contralto que tanto adoraba, dejó caer lentamente estas palabras: ¡Adiós... imbécil! Después no he vuelto a verla.

Se quisiera usted volver todo orejas dijo la tía María, que había entrado en el cuarto sin que él lo hubiese echado de ver . ¿No le he dicho a usted que es un canario sin jaula? Ya verá usted. Y con esto se salió al patio y dijo a Marisalada que cantase una canción. Esta, con su acostumbrado desabrimiento, se negó a ello.

Ni las burlas de los incorregibles ni lo penoso de la espontánea tarea, hiciéronle flaquear, llegando á conseguir, después de muchos meses, que varios de los muchachos fueran á su pobre casa de la calle del Peral, con lo que ya pudo decir que había echado los cimientos á su futuro instituto.

Intento entonces marcharme más que a paso y llevarme a la señorita; pero, que si quieres; ya se había echado a correr sin volver la cabeza y estaba en la perrera, porque no merece otro nombre el agujero en que vive esa mujer con sus crías.

Si algún defecto podía ponérsele, era el de ajustarse demasiadamente al original. Un día se aventuró a decir que «la condesa había echado mano al botón de su secretario». Esta declaración levantó tan gran polvareda entre la gente ignorante, que don Rufo, justamente irritado, dejó la traducción del folletín. Se le encomendó a un piloto que había hecho muchos años la carrera de Bayona.