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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Decid... ¿si él me ama y me considera digna de él, será justo que me haga expiar tan duramente mi fortuna?... Decid... ¿no debe aceptar ser mi marido? Juan dijo gravemente el anciano sacerdote, ¡sé su esposo... es tu deber... y será tu felicidad! Juan se acercó a Bettina, la tomó en sus brazos y posó en su frente un primer beso.
Otro en su lugar se las hubiera liado con el seductor, pero él, que disculpaba la escapatoria por razones que se sabía, creía que demasiado duramente la había condenado, desoyendo los ruegos de Gregoria, que en varias cartas le había pedido fuera a verla. Limitóse, pues, a dar la referencia de la desgracia. Ella, muerta de pena y de vergüenza, preguntó entre sollozos: ¿Me recibirá si voy, Pablo?
El pueblo estaba indignado: algunos vecinos se lo habían recriminado duramente, pero no hacía caso. Por último, el asunto estaba zanjado, porque Tomás, viendo que no sacaría nada en limpio, se vino a las buenas y se apartó de la querella mediante 5.000 reales que el cura le entregó. Todo quedaba, pues, sosegado por entonces. Podía vivir sin temor.
Guillermina, en aquellas grandes crisis oratorias, tuteaba a todo el mundo... Después de empujar hacia la puerta a Jacinta y a Rafaela, volviose al desgraciado, que no acertaba a decir palabra, y echándose a reír con angélica bondad, le habló en estos términos: «Perdóname que te haya tratado duramente como mereces... Yo soy así. Y no te vayas a creer que me he enfadado.
Te lo juro; créeme; te lo juro por la salvación de mi alma; no le rechacé porque tú entraste, y más duramente lo hubiera rechazado yo si tú no entras. Vengo a decírtelo para que me perdones, porque te amo. Quiero que lo sepas: estoy arrepentida de haberte despedido y me muero por ti y no puedo vivir sin ti.
Por de contado, enredar: ¡si te tuviese siempre a mi lado andarías un poco más derecho!» Llegó a reprenderle duramente las faltas como si tuviese sobre él autoridad. Miguel temblaba cuando subía al cuarto de la guardilla con el pantalón roto, lo mismo que cuando iba a ver a su madrastra.
Quiso intervenir Cantarranas, y como la poetisa dijese no sé qué tontería de las muchas que tenía en la cabeza, D. Marcos la increpó duramente; salió á defenderla con singular tesón el Duque, y recibió de pasada, y como sin querer, un furibundo sopapo. Desde entonces fué aquello un campo de Agramante, y es imposible pintar el jaleo que se armó.
Palabra del Dia
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