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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Comprendía el poder de sus atractivos y lo extremaba, siendo tan complaciente y mimosa al concederse como dura y despótica para dominar a su amante, que la quería poco y la estimaba menos, pero hallaba en día dulcísimo empleo a sus sentidos porque era hermosa y completa satisfacción a su vanidad, porque le costaba mucho.

Tanto por los vacíos que la muerte y el tiempo han ido haciendo en torno mío, como cuando al dirigir mi vista allá, en el fondo, bajo los tilos, para ver si alcanzo a distinguir los vestidos blancos de los pequeñuelos, o cuando escucho para ver si oiré, como otras veces, las alegres voces de mis hijos al encontrar alguna flor o algún insecto entre sus espesuras. ¡Qué le he dado yo a Dios para que me diese en propiedad este rincón de tierra y esta casita, de los que algunas veces heme avergonzado por su aridez y su insignificancia, pero que constituyeron el albergue dulcísimo de mi numerosa familia! ¡Ah! ¡Que sea El bendito, mil veces bendito este nido, y que después de pueda abrigar aún a todos aquellos que me sucedan!

La gratitud penetró en mi corazón como una luz del cielo, como un bálsamo dulcísimo, y perdí por completo los pocos deseos que me ligaban a la vida. «Gracias pueblo de Madrid, exclamé dirigiéndome a la ciudad: gracias, pueblo generoso y culto, por no haber venido a gozar con el espectáculo de mi muerte ignominiosa. ¡Qué hubieras ganado presenciando la suprema agonía de un infeliz!

Cuándo levanta un poco su gorrilla para limpiar los cristales del vagón empañados por la humedad, se ven a plena luz sus ojos, hermosamente azules y de mirar dulcísimo, que corrigen por la expresión un poco dura y fría de todo el rostro. En la solapa de la negra americana se destaca con fuerza una roseta roja.

Me parece que veo al sacerdote, venerable anciano de aspecto dulcísimo como San Vicente de Paul, que, seguido de los acólitos que vestían mantos nuevos y sobrepellices limpias, descendía, trayendo en una mano áureo copón, y en la otra la Forma Inmaculada.

Mi hermandad, mi más que hermandad con todos los seres, resalta entonces de un modo dulcísimo. Me parece que soy uno con todo, y que todo está enlazado con lazada de amor por Dios y en Dios. Muy al contrario, cuando pienso en esta mujer y en el amor que me inspira. Es un amor de odio, que me aparta de todo, menos de . La quiero para ; toda para y yo todo para ella.

Dulce amar, dulce penar, Dulce temer, dulce ver, Dulcísimo padecer, Felicísimo esperar. ¡Favoreced hasta el fin Empresa tan justa, cielos, Sin mudanza, olvido y celos! JARIFA. Mi padre viene al jardín. ABIND. Huyamos. JARIFA. Dame la mano; Deja de estar temeroso. ABIND. Ya temo, secreto esposo, Lo que no público hermano.

Del tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa. Mientras oraba, una voz interior, susurro dulcísimo como chismes traídos por el Ángel de la Guarda, le decía que su hijo no moriría antes que ella.

Es el amor con que sueña la juventud; que enciende el corazón sin consumirlo; que inunda nuestro espíritu de luz y de armonía, y penetra, cual bálsamo dulcísimo, por todos los poros del cuerpo. ¡Está usted elocuente! dijo la condesa mirando con sorpresa al joven, que daba muestras de hallarse conmovido.

El pecador falto de voluntad para refrenar sus malas obras le dice a Jesús, lavándose las manos en la intervención divina y dando testimonio de la falta de sentido de responsabilidad: "¿Es posible, dulcísimo Salvador de las almas, que convirtiendo tantos cada día, solo á la pérdida de la mía te has de demostrar insensible?"

Palabra del Dia

atormentada

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