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Actualizado: 18 de junio de 2025
»Usted, Antoñita, rebosante de vida y juventud, dotada de gracia y de hermosura, tiene derecho a disfrutar la dicha que de seguro le reserva el porvenir. No se deje, pues, dominar por el dolor que a su tío y a mí nos arrastra hacia el sepulcro... El sentimiento de haber perdido a una hermana no debe abrir en su alma un abismo tan profundo como lo abre la pérdida de una novia, o de una hija.
Creyó, como nunca, con más vehemencia que nunca, que aquel hombre y su Cristo muerto se parecían. Imaginó, o vio en efecto, que el Padre, inmóvil, sentía y comprendía allá en su interior, y que la miraba haciendo un esfuerzo para dominar aún, con el brío de la voluntad, los nervios y músculos inertes que ya no le obedecían.
Había comprendido que para dominar los sucesos necesitaba dominarse á sí mismo, y se había dominado.
Atravesando este encumbrado llano, vine á encontrarme luego en la cima de la cadena del Chulluncayani. Al contemplar desde allí la dilatadísima extension que se desplegaba ante mis ojos, y la tan grande variedad de objetos que las miradas alcanzaban á dominar á la vez, yo saboreaba un sentimiento de indefinible admiracion.
Ahora es necesario que te pases la venda por detrás de la espalda, para atarla después aquí encima. ¿No te atreves tú? dijo él con sonrisa entre burlona y avergonzada. Ella no contestó. Quería a fuerza de seriedad dominar la confusión que la embargaba. Únicamente se podía advertir su emoción en el temblor ligerísimo de sus labios.
Poco después, no pudiendo dominar la molestia que sentía, el conde se despidió. Este negocio de Luis no se presenta nada bien decía a última hora Manuel Antonio en un grupo que se retiraba por la calle de Altavilla, donde iban María Josefa, el Jubilado y su hija Jovita. El matrimonio con Fernanda, si es que lo llega a realizar, le ha de costar muchos disgustos.
En esto pensaba la pobre Herminia mientras la señorita Guichard, incapaz de dominar su agitación, se paseaba por el salón, con las manos en la espalda y el cuerpo inclinado, en una postura meditabunda, digna de Napoleón. Una tempestad formidable se formaba desde la víspera en su cerebro.
Todavía bajo el imperio de la dolorosa escena de la víspera no había podido aún Beatriz dominar sus angustias cuando recibió por la mañana el lacónico billete por el cual la señora de Aymaret la preparaba para tener con ella una importante entrevista.
Pero en realidad en esas grandes ciudades el estudiante tiene mucho de cosmopolita, se mezcla demasiado al movimiento del mundo, se deja dominar por las exigencias de la moda y pierde mucho de su tipo, casi ahogado ú oscurecido por la grandeza del escenario. En las pequeñas ciudades alemanas que tienen Universidades muy notables, sucede lo contrario.
Juan dio una respuesta evasiva, y permaneció solo, quebrantado por la emoción, incapaz de dominar los pensamientos confusos, felices y angustiosos que hervían en su mente. ¿No era un sueño lo que acababa de oír?
Palabra del Dia
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