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Actualizado: 13 de junio de 2025


En Italia, cuando el señor fue expulsado de nuestro país. ¿Cuánto tiempo hace de eso? Hace dos años. ¡Había sido tan grande la esperanza de que allá fuera más bueno, y más suyo!.. ¿Notaba usted disputas entre ellos? No precisamente disputas... La señora, cuando quería algo, rogaba; el señor la dejaba hablar, no contestaba, y después hacía lo que se le antojaba. ¿Le engañaba con otras?

La tertulia literaria, cuando llegó, ardía ya en disputas y bromas. Pronto se dejó vencer por el influjo de aquella ruidosa alegría y se disiparon las sombras que obscurecían su frente. Olvidó su disgusto.

Nótase ademas en los jóvenes escritores y oradores cierta manía de teologizar todas las cuestiones, dándose á disputas religiosas en que nadie puede ser convencido, y haciéndole tomar un giro bíblico á toda predicacion política ó histórica, en vez de servirse de la análisis, estudiando atentamente los hechos sociales.

Su antiguo condiscípulo Francisco Sánchez, el Brocense, lanzaba una sucia palabrota contra Santo Tomás, cuando se invocaba su autoridad sublime en las disputas. El Cardenal Arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, luteranizaba en su Catecismo Cristiano. Había llegado, pues, ese instante supremo en que una batalla se pierde por una pausa de la voluntad.

Es verdad que los padres de Trento pronunciaron acerca del uso i autoridad de los testos hebreo i griego, que su mente i voluntad fué solo decretar que en atencion al respeto con que desde los primeros siglos de la Iglesia estaba recibida la Vulgata, i á que en ella no habia cosa opuesta á los dogmas de la religion ni á las buenas costumbres, de allí en lo sucesivo los espositores de la sagrada Escritura en sus comentarios, glosas ó escolios, los maestros en sus lecciones i disputas, i los predicadores en sus pláticas ó sermones, se sirviesen de la Vulgata, con absoluta esclusion de las otras versiones latinas.

Contóme de cabo á rabo todas las crónicas municipales de su vecindario, las disputas permanentes del Ayuntamiento y los vecinos con los administradores del real sitio, las miserias de los habitantes, su modo de vivir y sus alegrías en las épocas en que la Corte reside en San Lorenzo.

Ella acudía a todos, y teníamos un amparo.... ¿Pero ahora, qué será de nosotros?... Hemos amargado sus últimos momentos con nuestras disputas. ¡Somos como fieras! Lo hicimos de obligados. Si no lo hacemos, los otros bandidos nos dejan sin una hilacha. Pero es triste. Si, lo es. Por un momento los tres hermanos quedan silenciosos.

De esto tengo yo bastante experiencia, como tambien de muchas sospechas que resultan despues de semejantes disputas, y nacen las mas veces de no haber puesto la atencion necesaria en lo que se dice, y de juzgar con precipitacion. Resta ahora proponer el remedio para estos males del juicio.

Vinculete solía sostener los fueros de su dignidad, y entonces gritaba el del Ayuntamiento: ¡Conmigo nadie se insolenta! Y daba un puñetazo en la mesa. Vinculete callaba y seguía recibiendo codillos. Estas disputas, nada frecuentes, interrumpían el silencio pocos instantes; la calma renacía pronto y volvía aquello a ser un templo jamás profanado por ríos de sangre.

La mañana pasábala don Antonio conferenciando con los corredores en la trastienda, leyendo los despachos bursátiles de los periódicos, haciendo comentarios y sosteniendo disputas con ciertos amigos nuevos que formaban corro a la puerta del establecimiento y hablaban con calor de la alza y la baja, los enteros y los céntimos.

Palabra del Dia

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