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Allá voy... allá voy dijo con tono de superioridad, como si fuese a dispensar a su acompañante el mayor de los placeres. Llevándose una mano a la boca, se extrajo de golpe la dentadura, guardándola en la faja. Su rostro se llenó de arrugas en torno a la boca sumida, y comenzó a cantar las frases del sacerdote y las respuestas del ayudante.

Tenía la devoción de la Virgen profundamente arraigada en el corazón desde la infancia: como apenas había conocido a su madre, buscó por instinto en la de Dios la protección tierna y amorosa que sólo la mujer puede dispensar al niño; había compuesto en honor suyo algunos himnos y plegarias, y no se dormía jamás sin besar devotamente el escapulario del Carmen que llevaba al cuello.

«Como pienso ponerme en camino, decía, no quiero tengáis la molestia de pasar adelante, sino que me esperéis en Rouen. Hoy mismo escribo á mi primo el Duque de Montpensier que os dispense las consideraciones merecidas por vuestras virtudes, que yo siempre os he de dispensar.

Aqui es donde precisamente es indispensable dispensar al autor de esta memoria, como suplica, toda induljencia por protestar como lo hace que su ánimo no es lastimar en lo mas mínimo el carácter, concepto y opinion de ningun empleado en particular; pues su plan solo se reduce á manifestar el impulso que las rentas podrian tener, é indicar que con el aumento progresivo de empleados que han tenido aquellas oficinas de veinte años acá, si continúa, muy en breve no bastarán los ingresos del tesoro para satisfacer sueldos, pensiones, retiros y demas gravámenes con que se sobrecarga aquel erario, y se empobrece asi como al pais; por lo que es de necesidad atender con tiempo á este daño y cortarle, para no esponerse á esperimentar las funestas consecuencias que pudiera traer, y que pocos habrá dejen de conocerlas.

Eso es Fermín; un soldado, un combatiente de la buena causa, y se le deben dispensar ciertas cosas, porque las necesidades de la campaña le obligan á vivir fuera de su mundo... Pero ya verás cómo cambia, cómo sienta la cabeza el día que tenga á su lado una esposa cristiana, buena y virtuosa. ¿Sabes por qué le miran con tanto agrado tus amigas? Porque están seguras de su porvenir.

Por principio consigna este escritor que Pérez se negó en París á admitir la pensión que le ofrecía Enrique IV; que pasando á Londres rehusó igualmente, sin vacilar, la que la Reina deseaba asignarle al dispensar señalado y obsequioso recibimiento á su persona, asegurando que, aunque dispuesto á servir á tan generosa protectora, conservaba esperanzas de arreglar en España sus negocios, y no quería recayera en sus hijos la pena señalada por las leyes á los pensionados de Reyes extranjeros sin licencia del propio.

No tengo por qué dispensar a V. contestó Miguel, zafándose de sus brazos y mirándole entre risueño y admirado. ¡Y yo que pensaba que era V. mi rival! Le estuve a V. esperando más de dos horas: no quería marcharme a casa sin darle una satisfacción... He perdido la academia por ello. Lo siento mucho y se lo agradezco; pero no había necesidad. Ahora voy a pedir a V. un favor dijo vacilando un poco.