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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Y yo sabía que «estar sola» quería decir entonces que se quitara de allí Guzmán; y sabía lo que dolía eso, porque lo había padecido yo pocas horas antes; y por saberlo, me complacía, me gozaba en las torturas de él; porque yo no podía dudar, ni toda su fortaleza alcanzaba a disimularlo, que las repugnancias de Luz le estaban hiriendo en lo más vivo, en lo único sensible que le quedaba bajo su corteza mundana y empedernida.
Y como al decir estas palabras, por más que quisiese disimularlo, se la fuesen los dulces ojos a Margarita hacia Cervantes, mucho tuvo que hacer doña Guiomar para no dar indicios de la enemistad y aun del odio que en aquel mismo punto nació en ella contra Margarita.
Pues bien, al escuchar las palabras de Suárez, el gallego me hizo ver inmediatamente el aspecto práctico del asunto, que el poeta tenía olvidado de un modo lamentable. ¡Dos millones! Las gracias de la hermana, ya muy grandes, crecieron desmesuradamente con aquella repentina aureola de que la vi circundada. El gozo se me subió a la cabeza, y no tuve la precaución de disimularlo.
Me hacen feliz esos elogios, pues si yo me decidiera a llenar el vacío de mi hogar, querría mucho tener tu aprobación. El octogenario se paró de repente. ¿Piensas acaso?... Su voz temblaba. ¡Dios mío! ¿Por qué disimularlo? Ya sabe usted si he amado tiernamente a la querida criatura que el cielo me arrebató muy pronto... Pasemos adelante.
Ve a pedir la bendición a tu padrino. La niña se dirigió al gabinete. Estas prácticas del tiempo pasado placían mucho al señor de Quiñones. Josefina se acercó a él con timidez. Aquel gran señor paralítico le infundía siempre miedo, aunque procuraba disimularlo porque así se lo había ordenado su madrina. Señor, la bendición dijo con voz apagada. El alto y poderoso maestrante no hizo caso.
Hay, hermano cura, que la pobre Carmen, mi sobrina, está enamorada, muy enamorada, y ya no puede disimularlo ni tener tranquilidad: está enferma, no tiene apetito, no duerme, no quiere ni hablar. ¿Es posible? pregunté yo alarmadísimo, porque temí una revelación enteramente contraria a mis esperanzas. ¿Y de quién está enamorada Carmen, puede decirse?
Era un columpio de madera, como los que se ofrecen al público madrileño en la romería de San Isidro, aunque más elegante y fabricado con esmero; en uno de los asientos, que imitaban la barquilla de un globo, en cuclillas, sonriente y pálido, don Saturnino Bermúdez, como a una vara del suelo inmóvil, hacía la figura más ridícula del mundo, con plena conciencia de ello, y más ridículo por sus conatos de disimularlo, procurando dar a su situación unos aires de tolerable, que no podía tener.
Se hallaba por la tarde, como de costumbre, en el molino sentado al par de Rosa en grata y amorosa plática, cuando repentinamente se apareció por allí Tomás. Como nunca se le había ocurrido ir a aquella hora desde que Andrés frecuentaba el sitio, Rosa se inmutó muchísimo y el mismo joven se sintió también no poco turbado, aunque procuró disimularlo, acogiendo con sonrisa amistosa al molinero.
Gertrudis me robaba como un mercachifle, sin disimularlo siquiera; la he sustituído, porque he encontrado a una maritornes de Caen que nos envenena con sus inmundas bazofias. Ayer mismo, Gustavo se puso loco de cólera. «¿De manera que en esta casa no se puede comer como es debido...? Nos dejas envenenar... No hay más remedio que recurrir al restaurante...» etcétera, etcétera.
Aquí debemos concretarnos al caso singular de Clarita, y para ello vuelvo á lo dicho: necesito, exijo que sea usted leal y sincero. ¿Quién envía á V. á que me hable? ¿Quién le aconseja para que me aconseje? ¿Quién le ha abierto los ojos, que tenía V. tan cerrados, y le ha hecho ver que Clarita, si no ama, amará? Vamos, respóndame V. ¿Por qué disimularlo ó callarlo?
Palabra del Dia
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