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Actualizado: 4 de mayo de 2025
El señor Smiles traspasó su establecimiento, yo abandoné mi empleo, y, en compañía de Allen, los tres bien armadas, fuimos a Las Palmas. Aquí alquilamos una goleta, con tripulación y todo, y nos dirigimos al río Nun.
Me levanté, me vestí y me acicalé todo lo posible. Los marineros de la fragata, vestidos de día de fiesta, nos esperaban en el bote; entramos don Ciriaco y yo, y nos dirigimos al puerto de Cádiz.
Ambos nos dirigimos al lugar que me habían designado, o sea, la acera de la calle de Sevilla colocada en el sitio de los recientes derribos, donde tumbado boca arriba, con la cabeza apoyada en una piedra y expuesto a los rigores del sol, vimos a un mendigo sucio y desarrapado. ¡Cómo se nos había de ocurrir que aquel hombre fuese Pelayo del Castillo!
Después sentimos que el frío nos domina poco á poco, y dando unos cuantos empujes nos dirigimos á la orilla para volver al calor de la vida y gozar de nuestro acrecentado vigor. ¡Oh lagos queridos de los Pirineos y los Alpes, Séculejo, Doredom, Lauzannier, os conservo todavía en mi memoria tal cual os veía cuando yo, con otros amigos, resbalaba rápidamente sobre vuestra superficie.
Para reverenciar el pasado, nos dirigimos en peregrinación á las ruinas de las ciudades muertes, y contemplamos con emoción uniformes montones de piedras, porque sabemos que bajo esos escombros yacen los huesos de hombres que trabajaron y sufrieron por nosotros, creando penosamente con la miseria y la lucha la preciosa herencia de experiencias que llamamos historia.
Era una mañana de otoño; el pueblo comenzaba a desperezarse, las brumas iban subiendo por el monte Izarra y del puerto salía, despacio, una goleta. Llegamos a Aguirreche; estuvimos un momento, y después, mi abuela, la tía Úrsula y mi madre, vestidas con mantos de luto, y yo con la Iñure, nos dirigimos a la iglesia.
Esto hicimos nosotros aquella mañana: salimos á la calle á la buena de Dios; y como lo primero que divisamos fuese, á muy pocos pasos de la puerta del hotel, cierto arco de piedra que daba acceso á una gran plaza con árboles y jardines, nos dirigimos allá resueltamente, no sin preguntarnos antes con tanto énfasis como si acabásemos de descubrir la India. ¿Qué plaza será ésta?
El precio nos pareció sumamente arreglado, resolvimos comer allí, tomamos nota de la calle y número de la casa, y caminamos hácia la plaza de las Victorias. Mi mujer hizo provision de hilos, sedas, agujas y trencillas; nos dirigimos á la Bolsa con el fin de aproximarnos al restaurant de la calle Montmartre, atravesando el pasaje que llaman de Vivienne, nombre que toma de la calle en que está.
No dirigimos ni una palabra mas á nuestro viajero: reconocimos en él á la mayor parte de nuestros lectores; y no pudimos menos de convencernos de cuán necesarias son en nuestra sociedad las obras destinadas á ocupar principalmente el corazon y la fantasía de los que no pueden menos de vivir atormentados por las calamidades presentes y el deseo de preparar un porvenir mas halagüeño.
Pues ¡mejor, hijo, mejor! ¡Yo quiero mucho a Linilla!... Gabriela será muy elegante, muy bonita, muy rica, ¡cuánto tú quieras! pero donde está Angelina.... Era preciso irse. Bien, tía... dije levantándome ya es hora, de montar a caballo.... ¿No te despides de tu madrina? Sí, ¡cómo no! Nos dirigimos a la recámara. Tía Carmen estaba cerca de la cama, sentadita en su sillón.
Palabra del Dia
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