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Los dioses que se ven, se respetaron, Y haciendo sus zalemas á lo moro, De verse juntos en estremo holgaron. Guardaronse real grave decoro, Y procuró Ciprinia en aquel punto Mostrar de su belleza el gran tesoro. Ensanchó el verdugado, y dióle el punto Con ciertos puntapies que fueron coces Para el dios que las vió y quedó difunto.

Como con un cinto de dioses y de héroes está el templo de acero de México, con la escalinata solemne que lleva al portón, y en lo alto de él el sol Tonatiuh, viendo como crece con su calor la diosa Cipactli, que es la tierra: y los dioses todos de la poesía de los indios, los de la caza y el campo, los de las artes y el comercio, están en los dos muros que tiene la puerta a los lados, como dos alas; y los últimos valientes, Cacama, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, que murieron en la pelea, o quemados en las parrillas, defendiendo de los conquistadores la independencia de su patria: dentro, en las pinturas ricas de las paredes, se ve como eran los mexicanos de entonces, en sus trabajos y en sus fiestas, la madre viuda dando su parecer entre los regidores de la ciudad, los campesinos sacando el aguamiel del tronco del agave, los reyes haciéndose visitas en el lago, en sus canoas adornadas de flores. ¡Y ese templo de acero lo levantaron, al pie de la torre, dos mexicanos, como para que no les tocasen su historia, que es como madre de un país, los que no la tocaran como hijos!: ¡así se debe querer a la tierra en que uno nace: con fiereza, con ternura!

Y reprobamos las danzas públicas de mujeres, causa de mucho daño y perjuicio, y las de hombres ó mujeres, que se celebraban entre los griegos en alabanza de sus falsos dioses, antigua costumbre contraria á la vida de los cristianos; y mandamos que ninguna mujer se disfrace de hombre ni al contrario, ni que se pongan máscaras cómicas, trágicas ó satíricas, ni que aclamen al abominable Baco al pisar la uva en los lagares ni al llenar de vino los odres; ni, por último, que arrastrados de su muy vana ignorancia, den furiosas carreras

De que Mercurio y Argos tengan el carácter heroico y grandioso que su naturaleza sobrehumana y poética debiera infundirles, no se ha cuidado el artista en lo más mínimo: antes al contrario, parece que ha puesto empeño en rebajarles, no sólo a la condición de simples mortales, sino de hombres bajos y ordinarios; el guardián del vellocino de oro, tiene trazas y se ha dormido en postura propia del más zafio lugareño; el mensajero de los dioses viene a robarle sin gallardía, como un rateruelo vulgar.

Después, como solía en lances tales, hizo caso omiso de la variedad de fenómenos relatados por la enferma, para fijarse en la causa una, y dijo: El histerismo es un Proteo. ¿Quién? preguntó Emma. Uno advirtió Bonis, luciendo sus conocimientos clásicos , que robó el fuego a los dioses.

Tan fausto acontecimiento deseo celebrar con la pompa de los inmortales, hoy que la Tierra, siguiendo su eterna carrera, ha vuelto á ocupar el mismo punto en su órbita, donde giraba entonces. Así, que yo, el Soberano de los dioses, quiero que comience la fiesta con un certamen literario.

16 Y quitaron de entre los dioses ajenos, y sirvieron al SE

19 ¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaim? ¿Libraron a Samaria de mi mano? 20 ¿Qué dios hay entre todos los dioses de estas tierras, que haya librado su tierra de mi mano, para que el SE

Tantos son los dioses cuantas son las mansiones en su Paraíso; pero la de la diosa Quipoci hace muchas ventajas á las demás en comodidades y riquezas.

Toma, que buen provecho te hagan." "¡Mirad dije entre qué néctar o ambrosía me da este poeta, de los que ellos dicen que se mantienen los dioses y su Apolo allá en el cielo!" En fin, por la mayor parte, grande es la miseria de los poetas; pero mayor era mi necesidad, pues me obligó a comer lo que él desechaba.