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Actualizado: 24 de noviembre de 2025


Cuando dimos vista á ambas ciudades, cuando recorríamos aquellas sucias, estrechas y terrizas callejas, cuando penetramos en algunas de sus casas, á cada paso, á cada momento nos afirmábamos más y más en que lo mismo que aquellas ciudades, debió ser la nuestra, hasta que el renacimiento italiano comenzó á ejercer su influencia en la Península.

Salimos un martes al amanecer. Lo había preparado todo perfectamente. El día anterior había ido a Lancia y trajo una carretela que dejó en las inmediaciones de Peñascosa. Durante el camino hablamos poco. Yo iba inquieta y triste. No entramos en Lancia, sino que seguimos a la Reguera para tomar allí el tren. Esperamos bastante tiempo y dimos un paseo por la orilla del río.

Dos noches antes, un perro barcino había aullado feo en el monte. Había muchos, según él. Mi mujer y yo no dimos mayor importancia al asunto, pero no así mamá, que comenzó a hallar terriblemente desamparada nuestra casa a medio hacer. A cada momento salía al corredor para mirar el camino. Sin embargo, cuando nuestro chico volvió esa mañana del pueblo, confirmó aquello.

Seguimos todo el paseo de las Delicias, enteramente solitario a tales horas, y cuando nos cansamos de caminar hacia abajo, dimos la vuelta por el muelle. En una de las pocas pausas que hicimos, Daniel dijo de pronto: Diga uzté, amigo: ¡zupongo que ahora podré enjabonarme las manos de balde! ¿Pues? ¡Como uzté va a zer el dueño de una fábrica de jabones...!

13 para que sean confirmados vuestros corazones en santidad, irreprensibles delante del Dios y Padre nuestro, para la venida del Señor nuestro Jesús, el Cristo, con todos sus santos. 2 Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos por el Señor Jesús. 3 Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;

De nuevo el buque se estremeció, de nuevo se oyó la estridente campana del maquinista pidiendo leña, y de nuevo Maal, desde la altura, exigió vapor, vapor, más vapor. Inútil esta vez. Nos dimos cuenta que, en vez de avanzar, retrocedíamos, lo que importaba el más serio de los peligros, pues, si la corriente conseguía tomar el barco cruzado, lo estrellaba seguramente contra las peñas de la orilla.

En la primera batalla que dimos con los aldeanos portugueses, todos echaron a correr en cuanto nos vieron, y el General mandó a la caballería que se apoderara de un hato de carneros, lo cual se verificó sin efusión de sangre. No, no ha habido en el mundo batallas como ésas, Sr.

¿Conque no parece el niño? ¿Cuándo le perdiste de vista durante la batalla? me preguntó. Señora, desde la gran carga que dimos sobre el ala izquierda de los franceses dejé de ver a D. Diego. Yo creí que estuviera entre los heridos; pero no está. ¿Todos los muertos han sido recogidos del campo de batalla?

Después de pasar por algunas ventas medio desiertas, que sirven para relevar los tiros, dimos á unos 36 kilómetros de Jaen con el pueblo llamado Campillo-de-Arenas, de 1,900 habitantes, situado en una pequeña planicie, de la cual y las colinas vecinas se saca algun partido para la produccion general de Andalucía, que consiste en vinos, aceite, frutas y granos principalmente.

Dimos un adiós á aquella mansión, grabando antes en ella los nombres de los Sres. Montano y Rey cuyos nombres quedaron unidos á los nuestros en aquel inmenso sarcófago. Al poner el pié en la escala rozó nuestra cabeza una golondrina; alzamos la vista y vimos colgaba su nido en uno de los ángulos de la piedra.

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