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Actualizado: 24 de julio de 2025


A la vuelta dimos un paseo por la calle Ancha y la plaza de Mina, y volvimos a casa. El encuentro con don Matías me preocupaba. Aquella estúpida insinuación del señor Cepeda de que se burlarían de me intranquilizaba. Era muy suspicaz, como todos los hombres tímidos, y estaba siempre en guardia, creyendo ver ofensas en cualquier cosa.

7 Y llegasteis a este lugar, y salió Sehón rey de Hesbón, y Og rey de Basán, delante de nosotros para pelear, y los herimos; 8 y tomamos su tierra, y la dimos por heredad a Rubén y a Gad, y a la media tribu de Manasés. 9 Guardaréis, pues, las palabras de este pacto, y las pondréis por obra, para que entendáis todo lo que hiciereis.

Pueden las desventuras de la vida caer sobre esa niña, me decía; encontrará con quien hablar. Fue a la salida de Consuelo cuando nos dimos cuenta del sitio en que nos encontrábamos y de su estupenda belleza. Nuestro albergue nocturno estaba situado en la cúspide de la primer cadena montañosa que hay que atravesar para llegar a Bogotá.

-Y ¡cómo si queda lo amargo! -respondió la condesa-, y tan amargo que en su comparación son dulces las tueras y sabrosas las adelfas. «Muerta, pues, la reina, y no desmayada, la enterramos; y, apenas la cubrimos con la tierra y apenas le dimos el último vale, cuando, quis talia fando temperet a lachrymis?,

Poco después que ellas, subimos nosotros a la galería y dimos algunos paseos contra la voluntad de mi patrón, que a todo trance quería llevarme a casa para que me mudase. Mas yo tenía deseos de permanecer allí para confirmar a las monjas, sobre todo a la jocosa morena, en la salud y vigor de que me había jactado.

CAP. XXXIII. Como vimos raftro de Chriftianos. Defpues que vimos raftro claro de Chriftianos, i entendimos, que tan cerca eftabamos de ellos, dimos muchas gracias

Supimos la traicion de los Payaguás, por un indio que habia sido esclavo de Oyolas, el cual huyó de los enemigos por saber la lengua: pero no le dimos entero crédito, aunque contaba todo lo que habia sucedido, desde el principio hasta el fin del lance lastimoso.

Nosotros deslizábamos de cuando en cuando una mirada hacia la puerta, como si quisiéramos decir: ¿Cuándo nos verémos en la calle? Estábamos sudando como pollos. La situacion se hizo ya tan embarazosa, que ni mi mujer ni yo sabiamos qué hacer. Nosotros nos rendimos, capitulamos á su sabor, tomamos dos tarjetas con orlas y dorados, y nos dimos en cuerpo y alma á bajar la escalera.

Una voz me gritaba que no podía, marcharse así, que yo debía hablarle a toda costa. Pero ahogué valerosamente las palabras que me oprimían la garganta. Entonces nos dimos un último apretón de manos y nos separamos.

Palabra del Dia

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