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Actualizado: 11 de julio de 2025
Duró la accion hasta las tres y media de la tarde, en que tuvieron empeñadas todas las fuerzas del enemigo, separándose del ataque las que mandaba Diego Cristóval Tupac-Amaru, á su cuartel, antes que los de la parte de Chucuito, que dilataron media hora mas sus obstinadas pero infructuosas diligencias: y retirados todos á sus campamentos, tuvo lugar la guarnicion de atender á sus heridos, que pasaban de 100, sin los muertos que llegaban á 60, los mas de tiro de fusil, cuya pérdida puede reputarse considerable si se compara con las que se experimentaron en los ataques anteriores, al mismo tiempo que acredita la valentia y resolucion con que se condujeron en este.
Sorda exclamación de regocijo escapose de todos los pechos. Las pupilas se dilataron, los cuerpos se irguieron. ¡Quién le hubiera dado presenciar hasta el fin aquella escena! Era, sin duda, un enviado secreto del Sultán de Turquía el que llegaba. A no ser el roce de su daga contra el cerrojo hubiese podido seguir atisbando sin que nadie sospechara su presencia.
Era una chaqueta blanca arrojada con descuido, y que causaba en el joven la misma impresión de esos rostros que siendo amigos tardan mucho en reconocerse. Llevóse la mano a la frente como si fuera a arañarse con cruel impulso, y sus ojos se dilataron con espanto.
Fernanda tardó en darse cuenta de que aquella algazara iba contra ella. Cuando, por algunos gritos que llegaron a sus oídos, vino en conocimiento de ello, empalideció, sus ojos se dilataron y, dando un grito, precipitose a la ventanilla para arrojarse fuera. Granate la detuvo sujetándola por la cintura.
Y así lo hizo. Granate al sentir aquella carga tan dulce quedó enajenado, y con increíble audacia le pasó un brazo por la cintura. La joven se alzó como si la hubiera pinchado. ¿Qué haces, bruto? ¿Crees que estamos en la manigua y soy alguna negra cimarrona? Después de contemplarle un rato con ojos coléricos, su fisonomía se fue serenando, sus labios se dilataron con sonrisa dulce.
Conocía los árboles y tenía de cada uno algún recuerdo. «Al pie de éste hicimos una hoguera Telva, Rosaura y yo y asamos castañas. De este tan alto se cayó Celso el de la tía Basilisa, antes de ir al servicio del rey, y no se hizo daño ninguno... ¡qué susto nos dió!... En ese otro escribió Juanín de Mardana mi nombre... ¡aquí está!»... Tales recuerdos dilataron su corazón.
Antonia fue a juntar las manos, como momentos antes, invocando otra vez la Sangre de Cristo, tan venerada en Palma; pero de pronto se dilataron las arrugas de su rostro moreno, y rompió a reír... ¡Qué señor tan alegre! Lo mismo que su abuelo. Decía las cosas más estupendas e increíbles con una seriedad que engañaba a las gentes. ¡Y ella, pobre boba, que había creído tales bromas!
Pocos años después, enviado por el rey Don Manuel, llegó a Malabar Vasco de Gama, Tristán de Acuña, el grande Albuquerque y otros héroes de Lusitania dilataron nuestro dominio y nuestra gloria por el Oriente.
Palabra del Dia
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