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Actualizado: 4 de julio de 2025


Más allá, salió de un callejón la fantasma. Era una mujer que pide en la parte baja de la calle de la Salud, vestida de negro, con un velo espesísimo que le tapa la cara. «Tome, tome, señora.... Y que me digan ahora que yo jamás he dado una limosna. ¿Le parece á usted qué calumnia? Vaya, que ya habrá usted reunido bastantes cuartos esta noche.

Tardó algún tiempo en ver á Iriondo, que no pasaba de la puerta. Pepe, ¿qué tienes? dijo el marino con el acento afectuoso de un antiguo camarada. Nada: cosas mías, no te ocupes de .... Vas á llamar al teléfono de las minas y que busquen á mi primo Luis, que le digan que venga en seguida. Pero, hombre, no será tan pronto como quieres. Gallarta está lejos: él tiene sus ocupaciones...

Pero pa entonces, yo quiero saber quién es el guapo que saca las ánimas del Purgatorio... Ya, ya se pudrirán allá las señoras almas, sin que la cristiandad se acuerde de ellas, porque... a que no me digan: el rezo de los ricos, con la barriga bien llena y las carnes bien abrigadas, no vale... por Dios vivo que no vale».

Revestido de dignidad el socio de Tennessee dijo pausadamente: Digan; cuando un hombre ha estado corriendo en libertad todo el día, ¿qué es natural que haga? Pues volver a casa. Pero si no puede volver a casa por mismo, ¿qué es lo que debe hacer su mejor amigo? ¡Claro que traerle a ella! Y aquí tenéis a Tennessee que ha estado corriendo en libertad y de sus peregrinaciones lo traemos al hogar.

Bueno: que no se niegue cuando se trata de una ofensa grave... ¿Dónde está aquí la ofensa grave? Vamos a ver, que me lo digan, ¿dónde está? ¡Válgate Dios! ¡Válgate Dios! Miranda dejó escapar un imperceptible sonido gutural. ¡Ya lo creo! siguió el comerciante.

¿Qué Jame, niña? preguntó doña Paula. Nada, nada, cualquier tontería... ¿Conque te han probado bien las pildoras?... Si don Rufo, por más que digan, entiende... ¡Vaya si entiende! se apresuró a decir Ventura con voz temblorosa, la faz tan descompuesta, que su madre la miró sorprendida. Jame está aquí... Tene chocho... Ven, abuelita. La niña tiró del vestido a la señora.

El silencio es delito, señor... ¿Por qué ha de echar sobre la sociedad esta befa, no siendo yo culpable? ¿No soy modelo de esposos y padres de familia? ¿Pues cuándo he sido yo adúltero?, ¿cuándo?... que me lo digan. De repente, y saltando cual si fuera de goma, el hombre eléctrico se levantó... Sentía una ansiedad que le ahogaba, un furor que le ponía los pelos de punta.

Que yo me quedo aún en el pueblo, y que á los tres días se bautiza solemnemente un niño. Aunque me digan frailes franciscos que aquel niño es hijo de matrimonio, y que es hijo de Juan Lanas y de su mujer, yo diré siempre, aun cuando pasen muchos años: ese tal no se llama Juan Lanas, ó no debe llamarse, sino Juan de Quevedo y Sandoval.

Bien se ha comido el mío; y no creas lo que dicen por ahí, no; no es cierto que yo me gastara con ella lo que me saqué a la lotería y la herencia de mi tío. En total, no me pellizcó arriba de dos mil duros, porque como la Justicia me la quitó de entre las manos cuando menos lo pensaba... Digan lo que quieran, chico, hay Providencia.

Hablemos al General en Jefe..., preguntemos a esos soldados... Digan ustedes, héroes de este día, que se anotará en los fastos de la Historia con piedra blanca, albo notanda lapillo; oigan ustedes: ¿han visto por casualidad a D. Diego? Y así iba preguntando a todos, sin que nadie le diese razón. Vino la noche.

Palabra del Dia

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