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Cuando eran pequeñas, la envidia de su prima se revelaba a propósito de Juan, a quien no podía perdonar que no fuera para ella también un complaciente esclavo. Juan se sometía únicamente a las arbitrariedades de María Teresa. Toda la animosidad de Diana hacia el joven databa de aquellos lejanos años de la infancia; esto María Teresa lo sabía bien.

¿Entonces, desde su llegada hay que darle plena libertad para abandonarnos? María Teresa fue interrumpida por Diana: ¡Y bien! ¿cuándo acabarán de hablar en ese rincón los dos? ¿Sabes? son ya las diez... ¿No partiremos nunca, tía? Las estoy esperando, hijas mías respondió la señora Aubry. Juan, ayúdeme usted, entonces. Y María Teresa dio al joven su manto blanco incrustado en guipur de Irlanda.

Díjole que se consideraba ofendido por la actitud observada por el señor de Lerne en casa de Diana Grey, por su afectación en hablar en inglés, durante el almuerzo, sabiendo, como sabía, que él, el dueño de la casa, no entendía aquel idioma, y finalmente, por su conducta en general, impertinente y provocadora.

34 Pero cuando conocieron que era judío, fue hecha un voz de todos, que gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios! 35 Entonces el escribano, apaciguando al pueblo, dijo: Varones efesios ¿y quién hay de los hombres que no sepa que la ciudad de los efesios es honradora de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter?

El día de la partida, mientras miraba pensativa alejarse el coche que conducía a la estación a los dos jóvenes, Diana le dijo: Esta idea de Juan, de llevarse a mi hermano antes del fin de las vacaciones, es estúpida.

De las 41 obras suyas que se conservan, parte de las 800 que se le atribuyen, hay muchas, cuyos originales son, sin duda alguna, españoles, como la Felismene dimana de la Diana, de Montemayor, y la Force du sang de otra novela del mismo autor.

Mi indulgencia, no obstante, no llega hasta el extremo de aprobar lo que he visto en Alemania, donde el lacayo, gracioso y agudo, que aconseja el desdén para vencer el desdén de doña Diana, sale vestido como Fígaro en El Barbero de Sevilla, como un majo de Goya.

Diana, hermana del muerto, y á consecuencia de una profecía que anuncia á su padre su casamiento con su más encarnizado enemigo, ha sido guardada por su padre en un palacio inaccesible, y se ha prometido para esposa á quien quiera que haga sucumbir al matador de su hermano.

Véase la reseña que se halla en Ludovico Domenico, Raggionamento sopra la imprese di Paolo Giovio: 1561, pág. 178. Diálogos de la preparación de la muerte, por Don Pedro de Navarra: Zaragoza, 1567. Apotegmas, de Juan Rufo: 1596, pág. 5. La Diana, de Gil de Polo. Nueva impresión con notas al Canto del Turia: Madrid, 1802, pág. 515.

Estoy convencido de que los primeros días no enfermé por un esfuerzo extraordinario de la voluntad. Constantemente estaba febril, mi cabeza ardía; de noche no podía dormir y caía en un estado de abatimiento profundo. Al amanecer, a la hora de diana, me levantaba con las ropas húmedas y el pelo mojado; sentía dolores en todas las articulaciones y una gran postración.