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Actualizado: 19 de junio de 2025


Metióse sesenta huevos. ¡No vi tal en mi vida! Dijo que se iba a acostar. Dormimos todos en una sala, con otra gente que estaba allí, porque los aposentos estaban tomados para otros. Acostámonos; el padre se persignó, y nosotros nos santiguamos de él; durmió, y yo estuve desvelado, trazando cómo quitarle el dinero.

Pues estando una noche desvelado en este pensamiento, pensando como me podría valer y aprovecharme del arcaz, sentí que mi amo dormía, porque lo mostraba con roncar y en unos resoplidos grandes que daba cuando estaba durmiendo.

La tenía oculta, pero seguía con inquietud las idas y venidas de algunos de estos hombres enfurecidos por el alcohol. De todos, el más temible era aquel jefe que acariciaba paternalmente á Georgette. El miedo por la seguridad de su hija le hizo marcharse después de lanzar nuevos lamentos. Dios no se acuerda del mundo... ¡Ay, qué será de nosotros! Ahora permaneció desvelado don Marcelo.

Alejandro, del cual yo hacía lo que se me antojaba, no parecía muy satisfecho con las noticias que corrían por la ciudad aquella noche. Yo estaba desvelado con la excitación natural producida por los sucesos, y mi cabeza no pensaba sino en batallas y soldados.

Una noche, estaba yo desvelado pensando en la tristeza de Margarita, pensando cómo haría para volverla á su tranquilo estado anterior. Nuestros hermanos dormían. De improviso y en medio del silencio de la noche unas leves pisadas... las reconocí: eran las de Margarita que pasó por delante de la puerta de nuestro aposento; yo me levanté y la seguí descalzo.

El contratista muerto... el ingeniero director fugitivo... Habrá que suspender los trabajos... Van á retrasarse las obras del dique, y llegarán las crecidas sin que las tengamos terminadas. ¡Qué situación! Hay que ir á Buenos Aires en busca de remedio. Y pasó gran parte de la noche sin poder dormir, desvelado por estas preocupaciones.

Un fatalismo implacable la sacudió obligándola a incorporarse, trémula, bajo aquel susto misterioso, huyendo del vuelo torpe y del canto augural. Vió entonces a Salvador, vigilante y desvelado, contemplándola con insaciables arrobos, con infinita y atenta solicitud.

Los vientecillos precursores del día empezaron a retozar entre los troncos con las hojas agitando blandamente las ramas, y algún pájaro, desvelado por los inusitados ruidos, batía las alas piando alegremente, y confundiendo desde su oculto nido las luminarias del festejo con los resplandores de la aurora.

El aullido continuó sonando a largos intervalos, y cada vez que su ronca estridencia cortaba el silencio, Febrer se estremecía de impaciencia y de cólera. «¡Cristo! ¿Iba a pasar así la noche, desvelado por esta serenata amenazadora?...»

Lo que le había desvelado era el misterio del silencio, más amenazador e inquietante que las vociferaciones de la hostilidad. Avanzando la cabeza, creyó percibir entre los rumores confusos y fundidos de la respiración nocturna un roce, un leve crujir de madera, algo semejante al ligero peso de un gato trepando de peldaño en peldaño por la escala de la torre, con largas pausas de inmovilidad.

Palabra del Dia

rigoleto

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