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Actualizado: 20 de junio de 2025
Está conmovido por la majestad del acto repuso Amaranta . Me parece que estos señores darían algo ahora porque les mandasen a sus casas. Verdaderamente las fachas no son malas. Desde aquí veo al vizconde de Matarrosa indicó doña Flora . Es aquel mozalbete rubio. Le he visto en casa de Morlá, y es chico despejado... Como que sabe inglés.
Sin llamar a Kate, saltó Currita de la cama antes de las nueve y fue a abrir ella misma una ventana para enterarse del estado del tiempo: el sol brillaba despejado, no se descubría una nube en el cielo y prometía la mañana una tarde deliciosa.
Aquella emoción violentísima parecía haber despejado las facultades del enfermo, mas su físico resentíase de ella y veíasele perder fuerzas por momentos.
El criado se salió de la huerta, lanzándole miradas de asombro y curiosidad. Eligióse el sitio en uno de los caminos más anchos del medio. Soldevilla fué a buscar al Duque. El día había amanecido despejado.
Sorprendida y asustada la turba por aquella súbita e imprevista intervención, retrocedió no poco, dejando despejado un largo trecho en torno de los forasteros inermes, delante de los cuales se pusieron prontos a defenderlos los otros dos forasteros a caballo.
Sobre ella ha alzado Bergia el estandarte de su grandeza moral y política. ¡Oh! La hojalata tiene también su epopeya. El cielo estaba despejado; el sol derramaba libremente sus rayos, y la vasta pertenencia de Socartes resplandecía con súbito tono rojo.
La sierra estaba al Noroeste y por el Sur que dejaba libre a la vista se alejaba el horizonte, señalado por siluetas de montañas desvanecidas en la niebla que deslumbraba como polvareda luminosa. Al Norte se adivinaba el mar detrás del arco perfecto del horizonte, bajo un cielo despejado, que surcaban como naves, ligeras nubecillas de un dorado pálido.
El domingo por la mañana perdió la llave de su saco de viaje y se dirigió a un pequeño establecimiento de cerrajería de la carretera de Essonne donde soplaba el fuelle a pesar de la ley del descanso dominical. La muestra ostentaba este letrero: Mantoux Poca Suerte, cerrajero. El dueño era un hombre pequeño, de treinta a treinta y cinco años, moreno, bien formado, vivo y despejado.
Aquella línea azulada de los viajes que acababa de contemplar en las tazas japonesas, representando los rasgos de las nubes y el boceto de las aguas, la percibía en los azulados frescos de los muros. ¡Y esos soldados azules que se adiestraban en el manejo de las armas en las plazas, con sus cascos japoneses, y ese cielo despejado y tranquilo, azul como la flor del Vergiss-meinnicht, y ese cochero azul, que me conducía a la fonda de la Grappe-Bleue!
Despejado y limpio el talud en breves momentos y desembarazado, por consiguiente, de los peligros que se temían antes, echóse abajo la cuerda que pidió Chorcos; ató como debía y él sabía hacerlo, a su amigo por los sobacos, y tirando con tiento los de arriba y ayudando él con cariño desde abajo, quedó Chisco, que no podía hacer nada por sí, arrimado al talud.
Palabra del Dia
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