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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Por no mirar a Sabel, Julián se fijaba en el chiquillo, que envalentonado con aquella ojeada simpática, fue poco a poco deslizándose hasta llegar a introducirse entre las rodillas del capellán. Instalado allí, alzó su cara desvergonzada y risueña, y tirando a Julián del chaleco, murmuró en tono suplicante: ¿Me lo da? Todo el mundo se reía a carcajadas: el capellán no comprendía.
Las señoras, amenazando con no comprar en los establecimientos cuyos dueños votasen al candidato liberal; el dinero, entrando en los barrios populares como un veneno que enloquecía á la gente y la hacía terminar sus disputas á palos y tiros; las damas ricas, deslizándose en los tugurios de los miserables, arrogantes como amazonas, con el bolso abierto y el paquete de papeletas electorales.
Constantemente, es verdad, mientras el arroyuelo continuaba deslizándose hacia adelante, dejaba oir un suave, apacible y tranquilo murmurio, aunque lleno de dulce melancolía, como el acento de un niño que pasara los primeros años de su vida sin compañeros de su edad con quienes poder jugar, y no supiese lo que fuera estar alegre, por vivir entre tristes parientes y aun más tristes acontecimientos.
Ferragut le obedeció, y media hora después fueron apareciendo, uno tras otro, dos buques prolongados y bajos de borda, que navegaban con gran velocidad. Eran como destroyers, pero sin mástiles, sin chimeneas, deslizándose casi á ras del agua, pintados de un color gris que les hacía confundirse con el mar á cierta distancia.
Por fin, sus ojos podían dar paso a las lágrimas que se agolpaban a ellos, y deslizándose por sus mejillas caían en el vino. Es verdá, Fermín, estoy loco. Suelto bravatas y... na: soy un mandria. Mira cómo estaré, que un zagal me pegaría. ¿Qué he de matar yo a Mariquita? Ojalá tuviera entrañas negras para eso. Después me matarías tú, y toos descansaríamos.
Deslizándose suavemente llegó al borde, y vio allá sobre el fondo verdoso su imagen mezquina, con los ojuelos negros, la tez pecosa, la naricilla picuda, aunque no sin gracia, el cabello escaso y la movible fisonomía de pájaro. Alargó su cuerpo sobre el agua para verse el busto, y lo halló deplorablemente desairado.
Notó, sin embargo, Gonzalo cierta amabilidad y deferencia inusitadas en ella. Lo achacó al deseo de borrar el recuerdo de aquel pasajero, pero muy peligroso disgusto que habían tenido. Y así continuaron deslizándose los días serenos en la casa de don Rosendo, sólo turbados por los altibajos que la enfermedad de doña Paula sufría. Tan pronto estaba en pie como en la cama.
»Permaneció un instante en pie e inmóvil, y echando a andar de pronto, aquella débil enferma, que para ir de la cama a la butaca había necesitado ayuda de dos personas, avanzó con paso seguro, deslizándose sobre el pavimento como una sombra, sin buscar apoyo ni en la pared ni en los muebles.
El médico temía encontrarse con algún Padre que le conociera por haber estado en Bilbao. Pero á aquella hora los sacerdotes estaban en sus celdas, y por los claustros únicamente pasaban algunos legos sin sotana, con aire apresurado, deslizándose sin ruido sobre sus zapatillas silenciosas.
Y aceleraban su partida, para regresar un mes después transportando en su buque una verdadera fortuna, completamente solos, prefiriendo la navegación suelta y astuta á la marcha en convoy, deslizándose de isla en isla y de costa en costa para despistar á los sumergibles. Más que los peligros de la navegación les conmovía el estado de sus buques, que llevaban más de un año sin conocer la limpieza.
Palabra del Dia
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