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Actualizado: 4 de junio de 2025


Un día cayó en gruesos copos blancos la nieve; se extendió como un blanco tapiz desgarrado sobre la hierba, verde aún, y en seguida se derritió, aumentando la frialdad y la humedad del aire. En la clínica se encendían las luces a las cinco de la tarde.

Beatriz llegó, respondió a su saludo con un ligero movimiento de cabeza, sentóse y púsose a preparar sus colores sin pronunciar una sola palabra; después, haciéndole seña de que se sentara: Señor Fabrice le dijo con voz contenida, dulce y triste ; señor Fabrice, le estoy reconocida... muy reconocida... pero no debo ni quiero engañarle... puedo acordarle mi mano... pero temo que mi corazón desgarrado, marchito, ulcerado por la desgracia, no pueda devolverle todo lo que el de usted le da... Temo que los sinceros sentimientos de estimación y simpatía que experimento hacia usted, no respondan sino imperfectamente a los que tiene a bien consagrarme... Temo también que este paso que da, no sea para usted una desgracia.

»Su risa de hoy me ha hecho daño. No habría querido que se riera al oír el relato de un acto heroico. Tan grande como es su confianza, es profundo y amargo su escepticismo... ¿Quién lo ha hecho así? La vida, dice él. »Mayor es la pena que he tenido al oírle reírse de mismo. Cuando se ríe con esa risa falsa, me parece que hubiera algo de desgarrado en su voz, en su pecho...

El plan formado por Roussel resultaba, por otra parte, en todas sus partes, y Mauricio, con el egoísmo natural del hombre, gozaba tan plenamente de su dicha como su padrino tenía el corazón á la vez satisfecho y desgarrado.

Ya estás llena de sangre, ya tus fibras se han desgarrado en su latir convulso ¡y sin embargo aun vibras! ¡y sin embargo aun tienes nuevo impulso! ¡Oh vaso de dolor! ¡oh pecho mío que sabes convertir tu muerte en vida! si has de seguir amando sin hastío ¿quién habrá de curar tu eterna herida? Mayo, 1921.

La fe del Padre Ambrosio había sido como llama voraz que había incendiado su alma haciéndola de luz y de fuego. El entusiasmo le poseía, pero hasta entonces la envidia, nacida a par del entusiasmo, le había desgarrado el pecho y le había devorado las entrañas.

Y entonces no pudo contenerse y rompió a llorar, luego se oyó un paso precipitado, y la puerta que se cerraba. Vea usted su obra, me dijo con desesperación y aun con ira el padre Ambrosio. Hemos desgarrado el corazón de esa pobre Amparo. No importa, le dije saliendo con él del locutorio. El tiempo la demostrará mis intenciones, y cuando las reconozca recobrará la paz. Y salimos del convento.

Mi equipaje está sucio y desgarrado. »Se me dirá que de esto me tengo yo la culpa, pues he saltado portillos y corrido por los prados, y me he sentado en ellos.... Pero, señores míos, ¿es posible que á otra cosa se pueda venir al campo?

El mayor Andrews, un viajero inglés que ha dedicado muchas páginas a la descripción de tantas maravillas, cuenta que salía por las mañanas a extasiarse en la contemplación de aquella soberbia y brillante vegetación; que penetraba en los bosques aromáticos, y delirando, arrebatado por la enajenación que lo dominaba, se internaba en donde veía que había obscuridad, espesura, hasta que al fin regresaba a su casa, donde le hacían notar que se había desgarrado los vestidos, rasguñado y herido la cara, de la que venía a veces destilando sangre sin que él lo hubiese sentido.

La brisa, esa respiración de Dios, reposa inmóvil, y la bruma que se extiende como una sombra sobre la colina, como una sombra cuyo velo no se ha desgarrado todavía, resulta así un símbolo y un signo. Como logra permanecer suspendida a los árboles, ese es el misterio de los misterios!

Palabra del Dia

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