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Actualizado: 13 de mayo de 2025


una voz: «¡Apiádate de , querida, apiádate de sólo por hoy!» Y esa voz estaba tan cambiada, que no la reconocía. Me alejé, pero sentía crecer en el temor de que Roberto se fuera desengañado, con el rencor en el corazón, sin una palabra de explicación, sin haber sospechado siquiera todo el alcance del amor de Marta.

Víctima ya de la suspicacia, y tal vez de la envidia del Rey, se retiraba harto desengañado a sus dominios de Loja, después de haber visto arrasada la fortaleza de Montilla, que fue su cuna, y castigados con dureza no pocos de sus parientes y amigos.

Desengañado de estas altas sabidurías, y ansioso de todo lo que por ellas había despreciado, se diría que vuelve a él aquella parte más ruin de su alma, bajo la forma y con el ser de diablo. Esta inferioridad diabólica respecto a Fausto y respecto a los demás espíritus superiores, no se desmiente nunca.

Los ideales, por susto de cuya ausencia se había refugiado Fray Miguel en el claustro, brotaron entonces en el suelo fecundo de España, le cubrieron todo y vinieron a llamar con estrépito en su celda al desengañado solitario.

Un general del antiguo ejército, honor y gloria de la familia; santanista feroz que peleó en Tampico y en Veracruz, que se batió como un héroe en Churubusco; y que siguió a S.A.S. a las Antillas, de donde volvió desengañado, viejo, enfermo, y... pobre. Habrían colocado también, a la cabecera, el cuadrito de San Luis Gonzaga, que no quise llevarme, a pesar de las súplicas de mi tía Carmen.

Mas como no pudo aportar otra cosa que sospechas atrevidas y vagas conjeturas, y como por otra parte existían dos datos positivos que las contrapesaban sobradamente, a saber, la hermosura y la riqueza excepcionales de la joven, la calumnia no produjo merma en los adoradores; sólo sirvió para que algún desengañado escupiese con más facilidad su bilis.

Este D. Romualdo Consejero era un anciano de bigote y cortas patillas blancas, color cetrino, la frente surcada con profundas arrugas, los ojos grandes, severos, de párpados caídos. No sonreía jamás. Hablaba constantemente con acento de mal humor, como hombre desengañado de todo.

Así sucede que cuando aparece una de esas obras aparatosas, enormes, enfáticas, envueltas de vaguedad y misterio, con aspiraciones simbólicas y místicas, como muchas de la escuela romántica pasada y casi todas las de los naturalistas, simbolistas y decadentistas modernos, el público se estremece, imagina que detrás de aquellas nieblas hay un inefable misterio, que se va á descubrir al fin y contemplar el eterno ideal, y corre afanoso á presenciar el milagro; pero ¡ay! no tarda en volver mustio y desengañado, porque detrás de tanto aparato no ha visto absolutamente nada.

Y como el espada quedase sonriente y en silencio, halagado por las exactas informaciones del Nacional, éste continuó, con aire de predicador desengañado de las vanidades del mundo: El hombre casao debe buscar ante too la tranquilidad de su casa... ¡Las mujeres!... «¡líquidoToas son iguales: toas tienen lo mismo en paresío sitio, y es tontera amargarse la vida saltando de una en otra.

¿Concibes cuán amarga y cuán espantosa es la muerte de un infortunado que lo abandona todo; desengañado de la existencia, asustado de la nada, rechazando, para morir más tranquilo, algún dulce recuerdo cuyo contraste haría aún más horrorosa su agonía, y exhalando el último suspiro entre unos brazos fríos y sobre un pecho que no se agita? Yo quisiera morir, yo quisiera haber muerto hoy.

Palabra del Dia

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