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Actualizado: 2 de junio de 2025
Vamos, D. Andrés, véngase a menear un poco las piernas, que estas chicas lo desean. Las mozas, avergonzadas, protestaron. Andrés sonrió, sin atreverse a aceptar. Al fin, atraído por el deseo irresistible de aproximarse a Rosa y por la necesidad de sacudir el aburrimiento, se introdujo también en el corro. La primera a quien sacó a bailar fue a Rosa.
La vista de los circunstantes se dirige naturalmente al recien llegado; y todos desean saber de su boca la impresion que le causara la medrosa aventura. «En verdad, señores, dice, que no sé qué diablos teníamos esta noche en casa.
La jurisdiccion que ellos desean suplicaron años pasados á la Santidad de Gregorio XIII que públicamente favoreciese este su pensamiento, representándoselo y persuadiéndole á ello con color del bien público de la Iglesia, mandando á todos los legados y ministros apostólicos, que tomasen por su compañero ó confidente algun padre de la Compañía, con cuyo consejo se gobernasen en todas sus acciones.
Vienen los libros a ser, irremisiblemente, la vida de aquellos seres, que, prontos a dejar de vivir, desean vivir en otras edades. Domingo, 26 de junio de 1825. ¡Qué largo tiempo transcurrido sin escribir una sola línea en este libro!
Conviene sin embargo advertir, que algunos de los medios empleados en su conquista, fomento y conservacion, y alguna de las sucesivas variaciones hechas, podrán siempre ser de utilidad; y que partiendo las reformas de tales principios, y respetando sus usos y costumbres en cuanto no se opongan á aquellas, producirán todos los efectos que se desean.
Que como se descubrió Con aquélla nueva tierra, Y Nuevo-Mundo el viaje Que ya tantos ver desean, Por ser de provecho y honra, Regalo, gusto y riquezas, Así la farsa se halló Que no es de menos que aquesta.
3.o El presente estado de guerra no permite al pueblo la manifestacion sincera de sus aspiraciones; por lo cual los filipinos desean ardientemente que el Congreso Norte-americano vea algun medio de oirles, antes de adoptar una resolucion que decida en definitiva de su porvenir.
Todos lo aseguran; y como todos le desean por su ingenio festivo, todos se preguntan: ¿quién le ha visto? ¿quién le ha hablado? ¿Y hay alguien que le haya hablado ó visto? No; no, señor; es uno de esos rumores que suenan, y cunden y se saben en un momento en toda una ciudad. Estaba preso.
Y así llegaron los cuatro ciegos al palacio del rajá, que era por fuera como un castillo, y por dentro como una caja de piedras preciosas, lleno todo de cojines y de colgaduras, y el techo bordado, y las paredes con florones de esmeraldas y zafiros, y las sillas de marfil, y el trono del rajá de marfil y de oro. «Venimos, señor rajá, a que nos deje ver con nuestras manos, que son los ojos de los pobres ciegos, cómo es de figura un elefante manso.» «Los ciegos son santos», dijo el rajá, «los hombres que desean saber son santos: los hombres deben aprenderlo todo por sí mismos, y no creer sin preguntar, ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensar otros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el elefante manso.» Echaron a correr los cuatro, como si les hubiera vuelto de repente la vista: uno cayó de nariz sobre las gradas del trono del rajá: otro dio tan recio contra la pared que se cayó sentado, viendo si se le había ido en el coscorrón algún retazo de cabeza: los otros dos, con los brazos abiertos, se quedaron de repente abrazados.
La corta avenida era un atajo cada vez más frecuentado, y todos los transeuntes lanzaban al pasar una mirada curiosa sobre la señora elegante y su compañero, sentados al amparo de un grupo de vegetación, con el aspecto encogido y falsamente natural de las personas que desean ocultarse y fingen al mismo tiempo una actitud despreocupada. ¡Qué fastidio! gimió Margarita . Nos van á sorprender.
Palabra del Dia
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