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Actualizado: 17 de julio de 2025


Puesto que usted lo quiere, sea, hermano dijo el fraile desconcertado ; pero, por la Virgen, ha hecho usted una tontería no aceptando la mediación del padre Pablo! ¡Tan bien como está con el Eterno! Amén. En el momento en que el guardián iba a atravesar el recinto que le separaba del gitano, el joven sacerdote se arrojó sobre la mano del gitano, cubriéndola de lágrimas.

El piano continuaba lanzando magníficas pero fugitivas armonías, como si obedeciese a una mano distraída, pero maestra: yo me acercaba todo conmovido, trémulo, desconcertado hacia el lugar de donde partía el sonido, y como si aquel sonido hubiera sido el medio de una atracción irresistible.

Don Modesto, desconcertado y no sabiendo dónde dar de cabeza, pasó a ver a su amigo el cura, que lo era también de Rosita, y le contó cuanto pasaba. El cura hizo patente a Rosita que sus escrúpulos eran exagerados e infundados sus temores; que, por el contrario, la proyectada separación daría lugar a ridículos comentarios. Siguieron, pues, viviendo juntos como antes, en paz y gracia de Dios.

Y reía viendo la confusión de Fernando, el cual instintivamente volvía la mirada hacia los cajones de un secretaire inmediato, desconcertado por la certeza con que el doctor lo adivinaba todo. Temió Sanabre que sus subordinados oyeran alguna palabra del doctor: deseaba salir de allí cuanto antes, y se puso de pie invitando á Aresti á seguirle. ¿De veras que no había visto nunca los altos hornos?

Tal era, a lo menos, mi opinión, y no teniendo por qué guardar consideraciones al autor, cuyo nombre ignoraba, se la di a conocer a Domingo con la misma crudeza que ahora la escribo. He ahí juzgado al poeta, y bien juzgado, ni más ni menos que por él mismo. ¿Hubiera usted usado igual bravura si hubiese sabido que los versos eran míos? Absolutamente repliqué un poco desconcertado. Tanto mejor.

Esto, dicho entre cabriolas, manoteos y risotadas, delante de toda aquella gente, y sin respeto alguno a la autoridad del señor Cura, dejó desconcertado y mohíno a Pepazos, y a Chisco del color de la nieve, y no de frío, sino de santa indignación que puso a Chorcos en grave riesgo de bajar rodando una ladera «pendía» que asomaba a diez varas de ellos.

Y al conocer la existencia de cañones que tiraban a más de cien kilómetros, quedó desconcertado. «¡Qué tiempos! ¡qué guerra estaCuando le consultaban las señoras en el Casino ó en el Hotel de París, mostraba un optimismo inquebrantable ante las malas noticias. Eso no es nada: va á venir la reacción. Los nuestros se retiran para tomar mejor la ofensiva.

Retrocedí un paso y renové el ataque, pero aquella vez le abrí la mejilla y salté atrás antes de que él pudiera alcanzarme. Parecía desconcertado por la violencia de mi ataque, pues de lo contrario creo que hubiera acabado conmigo. Caí sobre una rodilla, jadeante, esperando verme atropellado por su caballo.

Ya está evitada replicó D. Juan, mirando al prestamista con la mayor frialdad. Ya no necesito el préstamo. ¡Que no lo necesita! exclamó el tacaño desconcertado. Repare usted una cosa, D. Juan. Se lo hago á usted... al doce por ciento.

Febrer, desconcertado por las vehemencias cariñosas del payés y la curiosidad respetuosa de sus dos hijos, plantados ante él, no acertaba a coordinar sus recuerdos. El buen hombre adivinó este olvido en su mirada indecisa. ¿De veras que no le reconocía?

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