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ABIND. Pues, mi bien, si soy cautivo De tu padre, y como preso, Por aquel triste suceso, En fe de su guarda vivo; Si él piensa que yo no Que soy preso Bencerraje, Del envidiado linaje Que un tiempo el más noble fué, ¿Cómo te podré pedir? Casémonos de secreto, Cuanto el ser preso y sujeto Puedan, mi bien, permitir. JARIFA. Como palabra me des Que libre la cumplirás.

»J'avois peine de croire ce qu'un libraire chez qui j'achetai des Livres me dit, qu'il avoi donné la comedie du Mareschal de Biron en vers burlesques

Un escritor sagaz rastreaba ha poco en las páginas de la novela de nuestro siglo esa inmensa superficie especular donde se refleja toda entera la imagen de la vida en los últimos vertiginosos cien años la psicología, los estados de alma de la juventud, tales como ellos han sido en las generaciones que van desde los días de René hasta los que han visto pasar a Des Esseintes.

Bésele usted la mano... Digo no... No se la des, Clara, no la merece. El perro que estaba echado a los pies de la joven al verse molestado gruñó. ¡Muérdele, Fidel...! ¡Muerde a ese antipático, muerde a ese soso...! ¡a ese! ¡a ese! El animal, así azuzado, comenzó a gruñir de un modo amenazador y estaba a punto de arrojarse sobre el soso. Clara levantó la cabeza riendo al través de sus lágrimas.

Amén. Nuestra Señora de la mañana: , que deslíes sobre las nieblas tu suave grana; , que te enjoyas de mil rubíes; , soberana, que te sonríes como una dulce Fata Morgana, pon en mi lengua sabor de mieles y una sonrisa bajo mis labios. No me des nunca laureles sabios... Odio lo amargo: gloria, laureles.

Y por Dios, no me des más jaquecas. Si pasan días y no salta la avenencia, se acabó. Pero no me deis más jaquecas, por Dios, no me deis más jaquecas». Esto último lo dijo en alta voz, saliendo ya al pasillo, de modo que lo oyeron muy bien, Papitos en un extremo de la casa, y Fortunata en otro.

C'est peut être juste, c'est peut être juste, dijo Mlle. Ivonne, procurando acordar las reflexiones de Julio con las enseñanzas de la Université des Annales que ella frecuentara en su país. Lucía Moreno se había acercado con Charito y escuchaba a Julio sin dejar de sonreír. Examinó la Psyché con cierta curiosidad respetuosa, procurando descubrir en ella todo aquello que Julio le atribuía.

Al cabo insistió con voz temblorosa: Vamos, Solita, no me des ese disgusto... Pídeme en cambio lo que quieras. Lo único que te pido es que me dejes ya en paz repuso ella alejándose para limpiar una de las mesas. Velázquez no se atrevió á seguirla. La miró acobardado algunos instantes y al fin profirió con amargura: ¿No merezco siquiera ese pequeño sacrificio?

¿Est-ce que vous m'appelez, monsieur? Pas du tout. Je n'ai rien dit. Á l'hôtel des

¡Chico, quién te tose ahora!... le dijo el de los caracoles, la palabra dulce, el mirar terrorífico . Y es preciso que me des pronto una razón: ¿me cedes o no me cedes tu negocio? ¡Buena se puso mi mujer cuando le propuse no trabajar más! Creí que me mordía y que me sacaba los ojos.