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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
Ya, ya lo veo. ¿Pero á quién esperáis? A un hombre. Decid más bien á un muerto; y dígolo, porque á pesar del demasiado aire que dais á la hoja de la espada, si yo no fuera quien soy, me hubiérais hecho vos lo que no quiero ser en muchos años. Pero el nombre del muerto; digo, si no hay secreto ó dama de por medio, que no siendo así...
Era demasiado pueblero... ¿Por qué no haría caso cuando le advertimos que no debía internarse así no más en los matorrales de las islas?... ¡Yo fui un tonto en seguirlo! Podría haberme excusado diciendo que estaba enfermo... Pero, ahora que no tiene remedio nuestra imprudencia, ¡sabe Dios lo que me espera!...» Al rato, el Chucro volvió a preguntar a la mujer: ¿Hay galleta? Ella contestó: Sí.
He ahí lo que se le reprocha y es precisamente lo que nos encanta, a mí y a vuestros millares de lectores; he ahí lo que nos acomoda, nos alivia, nos templa y, sobre todo, nos cambia. Cuando se vive en una atmósfera irrespirable y malsana y se nos alcanza un frasco de esencias, no nos quejamos si sentimos demasiado bien, se le respira y se renace.
Ya no gustaban de la sociedad de los «latinos» acampados en la proa. Encontrábanse desorientados entre los españoles, italianos y árabes, demasiado gritadores e ininteligibles para ellos. Preferían los hércules silenciosos, las mujeres pelirrojas, con faldas cortas de bailarina, botines altos y un pañuelo escarlata en forma de tejadillo sobre los ojos pobres de cejas.
Ni yo estoy dislocado por nadie, y mucho menos por una monja, lo cual sería un absurdo, ni tengo con ellas más que un conocimiento superficial, como los que aquí se engendran, ni he reparado si tiene los ojos negros o azules, ni tiene sentido común semejante cosa. Dije estas palabras con energía y mostrando demasiado claramente mi irritación.
Es algo que ha prendido demasiado en el corazón de los ignorantes esta cuestión de alzamientos, para desgracia de Cuba, y no es muy difícil, como ha quedado demostrado con este levantamiento, el reunir varios centenares de desdichados que se lancen á locas aventuras, aunque éstas sean tan peligrosas para la patria como la actual.
Respeto a usted demasiado para dirigirme a usted con frases de una admiración y de una galantería triviales. El único homenaje que me atrevo a rendirle, es poner mi destino en sus manos.
Respecto a lo de tu hermano, nada puedo decirte, porque las cuatro palabras que arranqué a Pateta no bastan para formar idea de tu situación, aunque sé por experiencia que esas gentes demasiado devotas hacen desgraciado a cualquiera.
Estoy muy malo, lo sé, y no me disimulo el rápido desenlace de mi enfermedad, cuya marcha es demasiado conocida para poder equivocarse.
Era demasiado listo, sin embargo, para dejar traslucir sus propósitos. Continuó en apariencia tan enamorado. Mantuvo a la Conchita en la ilusión de ser su última y definitiva querida. Hasta le dejó entrever algunos tenues y lejanos rayos de luz matrimonial.
Palabra del Dia
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