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D. José Caveda puede facilitar mucho el estudio analítico que conviene hacer antes de deducir conclusiones demasiado generales. ¿Quién ignora el orígen de la fábula de Leda?

Mis necesidades, los apuros de este infeliz y la urgencia de pagar los gastos de mi pleito, me hacen cerrar los ojos... El honor me echa hacia atrás; la ansiedad de satisfacer mis necesidades me echa hacia adelante. Pues no hay otro remedio, adelante. Aún es demasiado temprano. Se ha ido. Me levantaré.

Muy hermosos, en verdad, sobrina respondió la señora Osgood, acentuando ligeramente el tono ceremonioso que usaba de ordinario. Siempre había considerado a su sobrina Priscila como demasiado ordinaria. Me veo obligada a usar el mismo traje que Nancy, aunque tengo cinco años más que ella, y eso me hace parecer amarilla.

Basilio respiró como si un gran peso se le hubiese quitado de encima y respondió despues de una breve pausa: Señor, el honor que usted me hace confiándome sus planes es demasiado grande para que yo no le sea franco y le diga que lo que me exige está por encima de mis fuerzas.

ELSA. Te ha suplicado que consientas en nuestro matrimonio, mientras que , con la crueldad de un hombre obcecado... EL CONDE. Puedes no medir demasiado tus palabras, Elsa; no tienes que violentarte con tu viejo padre. El propio emperador te apoya, sus garras mantienen mi cabeza humillada, su pico ha peinado esta mañana mis cabellos blancos para la acogida del novio.

Reconocióse entonces era cierta su entera retirada, y no dudando irian en mucho desórden, se dispuso quedasen en la villa las compañias que se estimaron necesarias para su resguardo, y el resto de las tropas salió en su alcance, á las órdenes del Coronel de milicias de Chucuito, D. Nicolas de Mendiolaza, para que les picase la retaguardia, con la prevencion de no empeñarse demasiado con los enemigos.

Después de un modesto reconocimiento del billete y del sello y la rúbrica y la contraseña, entramos en una salita que no tenía más defecto que estar las paredes demasiado cerca unas de otras; pero ello es más preciso tener máscaras que salas donde colocarlas.

Hasta entonces, unas veces los viajes, otras la soledad y el apartamiento del mundo, la premeditada alternativa de las distracciones y del hogar, habían mantenido a Helena en esa desesperanza tranquila y resignada con que piensan en la felicidad por el amor los que desconfían de ella. Comprendía que no era hermosa y que era demasiado rica.

Muy lejos estaba ciertamente de sospechar el marqués que a él se debiera en gran parte, quizás en todo, que la señorita Sardonne hubiera preferido al convento la casa de la baronesa, pero era de un natural demasiado generoso para no sentirse conmovido ante tal infortunio, aun cuando él no se hubiera presentado de por bajo formas tan dramáticas y atractivas.

Había notado con tristeza que aquella fe suya era demasiado vaga; creía mucho y no sabía a punto fijo en qué; su desgracia más grande, la muerte de su padre, no había tenido consuelo tan fuerte como ella lo esperaba en la piedad que había creído tan firme y tan honda, aunque tan nueva.