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Actualizado: 2 de junio de 2025
Crecen en los terrenos que producen la nuez moscada; pero prefieren los volcánicos. Cornelio, Hans y el mismo Van-Horn se acercaron al árbol indicado, que crecía en los linderos del bosquecillo, y lo observaron atentamente. Tenía más de veinte pies de alto, y estaba cuajado de pequeños ramitos de flores de un color rojo oscuro que despedían un aroma delicadísimo.
Entró en el café del Siglo, donde creía encontrar a su hermano; pero Leopoldo Montes le dijo que habiendo aceptado Villalonga la Dirección de Beneficencia y Sanidad, había encargado a Juan Pablo un trabajo delicadísimo y muy enojoso... cosa de poner en claro unas cuentas de lazaretos; y me le tenía en la oficina de sol a sol. Allí le llevaban el café.
El mismo agradecimiento apenas ha llegado a rayar aquella piedra tosquísima. Quizá duerman en su corazón escondidos deseos, tanto más fogosos cuanto más contenidos; pero nunca asoman a la lengua. Lo mismo rechaza el amor brutal de Muergo, que el honrado y caballeroso de Andrés o el suave y delicadísimo de Cleto.
Rubín vio la cara del director como la del Padre Eterno que los pintores ponen entre nubes, esmaltadas de angelitos. «Me conviene usted, y yo le voy a meter en carrera». Muchas gracias, Sr. D. Jacinto. Ya sabe que estoy a sus órdenes. Pues le voy a dar a usted la gran sorpresa. Yo necesito un hombre; y como entiendo que usted sabrá desenvolverse en el destino delicadísimo que le pienso dar...
Hay un término medio, delicadísimo, muy difícil de alcanzar, en el cual debe mantenerse la persona verdaderamente elegante. Muchos que quieren huir demasiado de la vulgaridad, dan en la extravagancia; procura que en tus atavíos, sin que falte lo común y corriente, haya algo exclusivamente tuyo, algo personal, personalísimo, que no puedan imitar los demás, y habrás logrado el objeto.
Pero la espina la llevaba en el corazón; reconocía que el cargo de magistrado es delicadísimo, grande su responsabilidad, pero él... «era ante todo un artista». ¡Aborrecía los pleitos, amaba las tablas y no podía pisarlas dignamente! Este era el torcedor de su espíritu.
Manuel, en defensa de las comedias, impreso en el año de 1672: «¿Quién ha casado lo delicadísimo de la traza, dice, con lo verosímil de los sucesos? Es una tela tan delicada que se rompe al hacerla, porque el peligro de lo muy sutil es la inverosimilitud. Alargue la imaginación los ojos á todos sus argumentos, y los verá tan igualmente manifestados, que anden litigando los excesos.
Era la figura de Cristo, de medio cuerpo, de admirable beldad y de un trabajo delicadísimo y prolijo. Las barbas y los cabellos se podían contar.
Un padre, de los ramplones de tres al cuarto, no hubiera parado mientes en este particular delicadísimo; y por lo mismo que veía a su hija precozmente desarrollada en lo físico y en lo intelectual; por lo mismo que la veía transformada, de la noche a la mañana, en mujer, y en mujer donairosa, elegante y llamativa, con todos los elementos a propósito para brillar y divertirse honradamente en el mundo, «al mundo con ella antes con antes», se habría dicho; y en el mundo la habría zambullido de golpe y porrazo... ¡Ah, padre bobalicón y mal aconsejado! ¡Quién es capaz de predecir lo que será de los pensamientos y de las inclinaciones y hasta de los caprichos de tu hija, respirando un ambiente que jamás ha respirado, y sin armas para defenderse en una región que nunca ha visto, llena de tentaciones y de estímulos que han de cebarse en su desapercibida naturaleza, como los mosquitos en el almíbar?
Palabra del Dia
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