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No bien la columbraron, cuando, sacando las espadas, la embistieron; yo hice lo mismo, y limpiamos dos cuerpos de corchetes de sus malditas ánimas al primer encuentro. El alguacil puso la justicia en sus pies y apeló por la calle arriba dando voces. No lo pudimos seguir, por haber cargado delantero.

Ah-Fe subió silenciosamente las escaleras, entrose hacia el aposento delantero, dejó el cesto y esperó en el umbral. Una mujer sentada a la fría y agrisada luz de la ventana, con una niña en la falda, levantose con indiferencia y se fue hacia el visitante.

Como el viento era flojo, los barcos de diversa andadura y la tripulación poco diestra, la nueva línea no pudo formarse ni con rapidez ni con precisión: unos navíos andaban muy a prisa y se precipitaban sobre el delantero; otros marchaban poco, rezagándose, o se desviaban, dejando un gran claro que rompía la línea, antes de que el enemigo se tomase el trabajo de hacerlo.

Como Watson fingía no oírla y continuaba su trote, acabó ella por echar mano al lazo que guardaba en el delantero de la silla, y lo deslió para arrojarlo sobre el fugitivo. ¡Venga usted aquí, desobediente! El lazo cayó sobre Ricardo con exacta precisión, aprisionándolo, pero cuando Celinda empezaba á tirar de él, sacó el ingeniero un pequeño cuchillo, cortando la cuerda.

El mayoral, en el pescante, entre el cupé y la berlina, como un Phaeton que conduce su alado carro. El zagal, á su lado, ó prendido de un garfio del pescante, á guisa de apéndice. El delantero, á caballo sobre la bestia primera de la fila izquierda, dando la direccion á las diez mulas.

Le dejó ella marcharse haciendo un mohín de contrariedad; pero arrepentida luego, tiró de las riendas á su caballo, obligándole á dar una vuelta en redondo para seguir al grupo. Al mismo tiempo que trotaba buscó con su diestra en el delantero de la silla el rollo del lazo, arrojando éste contra su amigo.

Últimamente anda muy apurado con el desplome que dice haber visto en el morio delantero de la casa del pedáneo, y tiene la suya seis meses hace un boquerón abierto en el jastial del Poniente.

Felizmente su familia se había quedado en casa, por no querer Julieta salir de ella. Pálido como la muerte, y trémulo de espanto, se levantó don Simón de su banco, y se apoyó con ambas manos en el delantero. Quiso hablar y le faltó la voz. Pidió por señas un vaso de agua, y mientras se le traían, se limpió la boca con el pañuelo; tosió e hizo cuanto es de rigor en casos de angustia semejante.

Total, diez y nueve Cristos que tienen la idea de viajar, bajo el poder de un Poncio Pilato que se llama el mayoral, como quien dice, don Manuel Rosas y los salvajes unitarios de marras. Esto en cuanto á la parte animal que va adentro. Por lo que hace á la de afuera se clasifica, en el órden de bestialidad, así: El mayoral, El zagal, El delantero Y las mulas.

Su rústica puerta, completamente abierta, mostraba la soledad de su interior. Pero al apartar sus ojos de las ruinas vió á un jinete que se alejaba al galope, llevando sobre el delantero de su silla una especie de envoltorio largo, sostenido por uno de sus brazos, y que se agitaba violentamente lo mismo que una persona. El instinto avisó al estanciero más que sus sentidos. ¡Ah, gaucho ladrón!...