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Actualizado: 7 de junio de 2025


Pues nada, ¡una friolera!... Que en cuanto proclamaron la República, invadió la dehesa una horda de aquellos bandidos, asesinaron al aperador y a tres guardas, y se repartieron las tierras. López Moreno salió para allá corriendo, y estoy inquietísima... No lo que va a hacer... ¿Pues qué ha de hacer? exclamó Diógenes . ¡Polaina!

La señora de López Moreno no se enteraba de nada de esto, ocupada en dar gracias, enternecida, al general y a la duquesa... El sueño dorado de toda su vida, ser recibida en Palacio, iba a realizarse, y no le parecía cara tamaña honra, al precio de una oreja desgarrada y una dehesa perdida.

Luego, las gentes de la dehesa le traían escamado, pues al hacer carbón, seguramente robaban al señorito... En fin, que en Matanzuela no se paraba un momento, y sólo después de media noche, cuando en la gañanía habían apagado la luz los que allí quedaban, se había decidido a emprender el galope.

Pero no lo hemos verificado acaso por las mismas razones que lo aconsejaban y hemos expuesto. Capítulo V El fin de octubre había sido lluvioso y noviembre vestía su verde y abrigado manto de invierno. Stein se paseaba un día por delante del convento, desde donde se descubría una perspectiva inmensa y uniforme: a la derecha, el mar sin límites; a la izquierda, la dehesa sin término.

Guardaba los toros adquiridos por el empresario, unas veces en la dehesa de la Muñoza, otras, cuando el calor era excesivo, en las praderas de la sierra de Guadarrama. Los traía al encierro dos días antes de la corrida, a media noche, atravesando el arroyo Abroñigal, por las afueras de Madrid, con acompañamiento de jinetes y vaqueros.

Todavía es más odiosa y ridícula esta pretensión al notar que se apoya en la necia doctrina de Monroe. ¿Qué significa racionalmente que América ha de ser para los americanos? ¿Dónde están los americanos á quienes América en todo caso pertenece? Los que han dejado vivos los yankees están acorralados como toros bravos en una dehesa ó como jabalíes en un coto.

Hélo ahí, á tres millas de Córdoba entre norte y poniente, donde todos los escritores árabes de mas autoridad situaron siempre la hermosa joya. Su dicho concorde es mi testimonio, y en prueba de que el arte lo confirma, ahí teneis esos fragmentos por mi propia mano recogidos entre la maleza y cardizales que cubren la llamada suerte de S. Gerónimo en la dehesa de Córdoba la vieja.

A la izquierda el río oculto entre el follaje de la Casa de Campo; delante el Guadarrama con su crestería recortada que se destaca puramente con el azul del cielo; a la derecha la Dehesa de la Villa, el camino de Amaniel, los campos verdes de la Moncloa.

Los toros habían de ser conducidos desde la dehesa de Tablada a los corrales de la plaza. Gallardo no asistió, a pesar de sus deseos de acompañar a doña Sol. Se opuso el apoderado, alegando lo necesario que le era descansar, para encontrarse fresco y vigoroso en la tarde siguiente. A media noche, el camino que conduce de la dehesa a la plaza estaba animado como una feria.

Los días de corrida afirmábase en su voluntad el propósito de entrar en la Plaza de Toros con su camarada, apelando para esto a las estratagemas de escalar los muros, deslizarse entre el gentío o enternecer a los empleados con humildes súplicas. ¡Una fiesta taurina sin que la viesen ellos, que eran de la profesión!... Cuando no había capea en los pueblos de la provincia, iban a echar su trapo a los novillos de la dehesa de Tablada; pero todos estos alicientes de la vida de Sevilla no bastaban a satisfacer su ambición.

Palabra del Dia

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