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Leida esta confesion delante de Benito, de los cardenales, prelados i demás personas presentes, entre quienes se hallaban los convertidos, mandó el antipapa que se hiciese lectura de los nuevos decretos que desde aquel punto establecia contra los judíos persistentes en la caduca lei.

Allí se conocían, antes que en ninguna parte, los sucesos de la guerra, las batallas ganadas o perdidas, los proyectos legislativos, los decretos del gobierno legítimo y las disposiciones del intruso, la política toda, desde la más grande a la más menuda, y lo que después se ha llamado chismes políticos, marejada política, mar de fondo y cabildeos.

Pero Dorrego podía haberlo visto, si él o los suyos hubiesen tenido mejores ojos. Las provincias estaban ahí, a las puertas de la ciudad, esperando la ocasión de penetrar en ella. Desde los tiempos de la Presidencia, los decretos de la autoridad civil encontraban una barrera impenetrable en los arrabales exteriores de la ciudad.

La igualdad más perfecta entre todos los españoles de la Península y de Ultramar ha sido proclamada siempre en leyes, pragmáticas, ordenanzas y decretos. Felipe II la proclamó solemnemente con palabras citadas por el mismo Sr. Clarence King.

Todavía estaba hablando el Babilonio, quando advirtió que no tenia ya barba el anciano, y que se remozaba su semblante. Luego desapareció su trage de ermitaño, y quatro hermosas alas cubriéron un cuerpo magestuoso y resplandeciente. ¡O paraninfo del cielo, ó ángel divino, exclamó postrado Zadig, con que has baxado del empíreo para enseñar á un flaco mortal á que se someta á sus eternos decretos!

Allí encontró gran número de doctores y alfaquíes que estudiaban noche y día en el libro bajado del cielo, en la manifestación de los decretos de Alah, en una palabra, en las suras y aleyas del divino Alcorán.

Los cadáveres de Doña Leonor y de Dieguito son conducidos en un féretro provisional, y los perseguidores de Don Manuel, renunciando á todo proyecto de venganza, lloran la muerte de los desventurados, inclinándose llenos de respeto ante los decretos de la Justicia Divina.

Esta explicacion no me satisfizo, porque bien se deja entender que aparte de que fué justa y ejemplar la sentencia de Marino, el senado y el dux no hubieran tolerado una manifestacion tan contraria á sus soberanos decretos. Nada repuse á mi compañero, callé y tan luego como supe donde estaba la Biblioteca, hice lo que siempre que tengo una duda, busco inmediatamente el medio de resolverla.

Condición tan desgraciada, poco haría temer ya a los turboletas o turbuletas de la rivalidad saguntina, mayormente en vista de lo que había valido a esta asolada ciudad la decantada amistad romana, y que su destructor Aníbal tramontaba los Pirineos y los Alpes en ademán de llevar igual suerte sobre la misma Roma. Pero.... eran otros los decretos del destino.

Perezoso tambien, seguro tu no sabe la leccion, ¿ja? El P. Millon no solo tuteaba á todos los estudiantes como buen fraile, sino les hablaba ademas en lengua de tienda, práctica que aprendió del catedrático de Cánones. Si el Reverendo quería con ello rebajar á los alumnos ó á los sagrados decretos de los concilios es cuestion no resuelta todavía apesar de lo mucho que sobre ello se ha discutido.