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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Alli publicó dos decretos; uno relativo á la pena de muerte y otro á la libertad de esclavos; pero los desgraciados encuentros que tuvo le obligaron á reembarcarse para la isla de Bonaire, donde el comandante Francisco Piñanzo organizaba un batallon que, á las órdenes de MacGregor, habia partido ya con objeto de reunirse á las fuerzas de Zaragoza y Monágas en los Llanos.

En junio se celebró Sínodo y se tuvieron las sesiones en el palacio episcopal á causa de los grandes calores. Despues no han vuelto á celebrarlo los obispos sucesores, limitándose á vigilar la observancia de este, y procurando estirpar los abusos y corruptelas con sus decretos y visitas.

Cuando hayamos determinado este punto tan esencial, y sepamos en qué mes cae esta noche de misericordia, si es en el Remadán o en el mes de Safer, habremos vencido a todos los doctores antiguos y a cuantos en nuestra edad siguen ciegamente sus sentencias y decretos.

De igual manera, mientras Filipinas no tenga prensa libre, no tenga voz en las Cámaras para hacer saber al Gobierno y á la Nación si se cumplen ó no debidamente sus decretos, si aprovechan ó no al país, todas las habilidades del ministro de Ultramar tendrán la suerte de los platos de la Ínsula Barataria.

Pero qué menos obedecen á los sagrados Cánones, ni á sus decretos? haciendo mercancías de perlas, rubíes y diamantes, que se traen de las Indias, porque es opinion evidente que la mayor parte de las perlas preciosas que se venden en Venecia son de estos padres, lo que se ha sabido de aquellos de quien se han servido y sirven de corredores.

¡Ah, si la Grandeza entera de España, comprendiendo al fin sus intereses hiciera lo mismo, y dejando a los ricos improvisados y a los políticos de pacotilla, el lujo con sus vicios, el poder con sus truhanerías, fuese ella caritativa en los campos, mientras eran ellos usureros en la corte, diese ella su mano al pobre campesino, mientras ellos le rechazan con altanería, el pueblo, el verdadero pueblo comprendería al fin cuáles eran sus amigos sinceros, y el lodo de la política podría fermentar en la corte, producir revoluciones, lanzar sobre el país decretos inmundos!... Mas toda aquella insolencia expiraría sin fuerzas sobre la yerba de los campos, y la ola de cieno no mancharía jamás el dintel de sus iglesias y castillos, defendidos por un baluarte de caseríos.

Pero el hombre no es dueño de alterar los decretos de la Providencia, y muslimes y cristianos tienen que terminar forzosamente la obra para que fueron conducidos á acampar frente á frente en las fértiles llanuras de España.

Palabra del Dia

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