United States or Sri Lanka ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Oh! no tardaré en gastarlos, miss Darling; mis ojos se van protestó alegremente Liette, que, mientras hablaba con la condesa de Argicourt, había oído las últimas palabras de aquel aparte. Pero no los oídos observó maliciosamente la joven americana. La verdad es que me representaba a «la tía Liette» como una viejecita arrugada y canosa de cincuenta años lo menos.

A miss Darling no le gustan los jóvenes; me ha expuesto sus teorías sobre esto... Encontrará entonces, acaso, que lo eres demasiado dijo el anciano con ligera ironía. En fin, no es su opinión probable lo que yo quiero conocer, querido tío, sino la tuya respondió el diplomático con alguna impaciencia. Te lo repito, amigo mío; no he encontrado comparable con miss Darling más que una persona.

, en eso está el escollo murmuró el joven oficial. Lo que atrae a los unos ahuyenta a los otros. ¿Por qué? ¿No ha pensado usted nunca en eso, miss Darling? Porque esa duda cruel que envenena su vida de usted, sería más cruel todavía para los que creyeran leerla en sus ojos amándola sinceramente. Es verdad, no es fácil obligar a un alma orgullosa.

Según la linda frase de María Leckzinsca, «Un cochero viejo gusta siempre de oír restañar el látigoPero a Raúl le gustaba más tenerlo por el mango... Durante aquel período de desanimación y cansancio fue cuando conoció a miss Darling en la embajada de Inglaterra.

Y todo se volvían idas y venidas del despacho al Correo, por fortuna próximo, como decía el aprendiz, que de otro modo hubiera estado cocido en obra. Después había empezado el desfile. Primero el señor Darling y su sobrina, que habían tenido una larga conferencia con el notario. Después había sido introducido el capitán Raynal y ahora estaban esperando al señor de Candore.

En fin, querido tío, si llegase el caso, ¿no tendría usted ninguna objeción seria contra miss Darling? preguntó el conde, que no quería abandonar su asunto. Tiene veinte años y has pasado de cincuenta. Pero yo también soy como usted, tío mío, estoy construido a cal y canto; es una herencia del abuelo Neris que estoy lejos de despreciar. En lo físico, pase aún; pero en lo moral...

Solamente, en lugar de seguir a pie con Jenny y unos cuantos intrépidos, declaró que prefería el coche, con gran contrariedad del diplomático. No tengo verdaderamente suerte con usted, miss Darling dijo con involuntaria acritud. ¡Yo que esperaba hacerle a usted tirar la primera pieza! No lo sienta usted, porque no la acertaría. Pero, en fin, ¿es que le desagrada a usted mi compañía?

Era sobrina de un riquísimo americano, Ricardo Darling, que había empezado por correr con los pies descalzos por las calles nacientes de Chicago vendiendo a los albañiles unos pasteles cuyo aroma era su principal alimento; y diga lo que quiera don César de Bazán, «El olor del festín...» es poca comida para un estómago de diez años.

¿Del conde? Yo hubiera creído lo contrario, y con razón... Miss Darling manifiesta tan claramente su preferencia, que no hay necesidad de ser gran psicólogo para leer en su corazón... ¡Y él! Carlos no piensa más que en ella; por esto quisiera evitar a toda costa un escándalo lamentable... Sin esa funesta rivalidad, ¿quién sabe?

Fatuo y presuntuoso además, el tunante no ocultaba su grosera admiración por miss Darling, a la que asestaba miradas lánguidas, dignas de un tenor de Belleville, y el capitán había tenido que amenazarle más de una vez con el cepo. Ragasse, pues, le había consagrado un odio astuto que no esperaba más que la ocasión de estallar...