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Había prometido a miss Darling salir con ella a caballo, pues su tío está lejos de valer lo que el mío en punto a equitación. Hemos dado un buen paseo. Siempre es bueno un paseo dado con una mujer guapa... ¿Te gusta miss Darling? Mucho. Es sencilla y natural; toda su persona denota una rectitud, una lealtad y un aplomo que no he encontrado en las demás.

En primer lugar, cierto señor Darling, tío y tutor de una riquísima americana, actualmente en el castillo de Argicourt, y que parece querer muy bien a nuestro africano, a quien encontró en el curso de un viaje a Argelia, donde les prestó un señalado servicio... Y además... Además el conde de Candore, apasionado de la joven miss y a quien los laureles del capitán Raynal impiden dormir.

Su mérito personal, a pesar de su soberbia confianza en este punto, no está todavía más que en el estado de esperanzas, y yo espero que se digne revelarse. ¡Ah! miss Darling, la juventud es también un mérito que se aprecia mucho, sobre todo cuando está lejos. En una mujer, , como la belleza; pero en un hombre es cosa superflua.

Miss Darling, de la que creo que te he hablado en una carta y a quien no esperaba encontrar aquí... ¡Ah! ¿Conoces al personaje que la acompaña? preguntó Carlos a su vez, para ocultar su embarazo. Y Liette respondió sencillamente: Es el conde Raúl de Candore. La familia de Candore no se componía ya más que de Raúl y de su tío...

Sin habernos encontrado todavía, somos antiguos amigos, capitán dijo la baronesa sentándose donde él le indicaba; mi marido me ha hablado con frecuencia de usted como de uno de sus mejores amigos, y miss Darling ha apoyado aún sus elogios. Naturalmente, no puedo hablar mal de mi salvador. ¿No le ha contado a usted el caso, tía Liette? No valía la pena.

Con el cigarro en la boca y las riendas sueltas en el cuello del caballo, Raúl se dirigía lentamente a Candore pensando en la fina silueta del joven capitán que había visto en la ventana y que había causado tan linda sonrisa en los labios de miss Darling... ¿Quién podía ser aquel muchacho?

Su tía de usted me ha gustado mucho, pero mucho declaró la joven americana con esa espontaneidad que tan bien le sentaba. ¿Es hermana de su madre de usted? No, miss Darling, es sólo mi prima muy lejana. Ese nombre de tía Liette es una ingeniosa delicadeza suya para engañar mi aislamiento de huérfano y crear entre nosotros un lazo ficticio más poderoso que muchos lazos naturales.

Y cuando Eva, hermana de la caridad improvisada, estaba curando al uno y felicitando al otro, el capitán dijo con bondad: Es más fácil ser un héroe que un asesino, ¿verdad, Ragasse? Desde entonces no tuvo auxiliar más adicto, ni miss Darling perro más fiel.

Un momento después se abrió la puerta y apareció en el umbral una graciosa aparición haciendo el saludo militar. ¡Buenos días, mi capitán! ¡Miss Darling! exclamó vivamente el joven levantándose de un salto. ¡La señora de Argicourt! dijo la tía Liette dirigiéndose a la segunda visitante.

¿Cómo será que no hemos visto al capitán? ¿Se habrá acabado su licencia? No, señor Darling respondió el notario con acento distraído, pero no estaba invitado que yo sepa... ¡Cómo! protestó vivamente Eva; fue una invitación colectiva y yo fui testigo. Entonces no ha sido reiterada. ¿Está usted seguro, señor Hardoin? Segurísimo, señorita. La cara de la joven se iluminó con una llama.