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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Mientras agitaba las bolas, todas las miradas se posaron en los dos amantes, que instantáneamente dejaron de conversar. Paco volvió á sacar y á gritar los números. ¿Me quieres mucho? ¿No te lo he dicho bastantes veces? Ya debías estar cansado de saberlo. Díme, cuando te despiertas por la noche, ¿en qué piensas? Yo nunca despierto por la noche, querido.
Ansí que, de cualquiera manera que responda, saldré del conflito y trabajo en que me dejares, gozando el bien que me trujeres, por cuerdo, o no sintiendo el mal que me aportares, por loco. Pero dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino?; que ya vi que le alzaste del suelo cuando aquel desagradecido le quiso hacer pedazos.
Dime: Esperanza, la doncella de la duquesa, ¿tiene amante? Sí, señor dijo el lacayo , y está para casarse. ¡Malo! dijo para sí el duque ; ¿y con quién se casa Esperanza? ¿Con quién ha de ser, sino con el señor Cosme Prieto?... ¿Quién es ese Prieto? El ayuda de cámara del duque difunto. ¡Ah! ¿un vejete?... Sí, señor. ¿Y con ese se casa doña Esperanza?
Calla y ten paciencia, que día vendrá donde veas por vista de ojos cuán honrosa cosa es andar en este ejercicio. Si no, dime: ¿qué mayor contento puede haber en el mundo, o qué gusto puede igualarse al de vencer una batalla y al de triunfar de su enemigo? Ninguno, sin duda alguna.
¡Qué importa! Te digo que quisiera morirme... Daría con gusto la vida por que no quisieras a Gonzalo... ¿Le quieres, corazón mío, le quieres mucho? Cecilia no contestó. ¡Dime, por Dios, que no le quieres! Cecilia siguió callada. Al cabo de algunos instantes dijo, esforzándose en vano por dar una inflexión segura a la voz: Gonzalo renuncia a casarse conmigo, ¿verdad?
Dos años rehusé los auxilios de mis padres, y, entrando en calidad de socio industrial en una gran empresa, dime a trabajar con ardor.
Basta de carta; no tengo tiempo para más. Escríbeme siempre que puedas y dime de mil maneras que me quieres: la última será la que me parezca más grata. Yo no dejo de pensar en tí, y si no me llamaras romántico, te diría que con tu amor llevo en el alma un amuleto. No tengo miedo a perderte.
Hijo, ¿y por eso abatido al dolor te rindes ciego? ¿Perdiste el valor y el fuego con la sangre que has perdido? ¿Lloras?... Mas dime, ¿qué ha sido del valor que yo sentia cuando tus cartas leía ansioso y entusiasmado? ¡Ay, padre! ¡Es que me ha olvidado la mujer que yo quería!
Pero, volviendo a lo que decíamos, dime, ¿te sientes con valor como para tener con mi padre una discusión sobre el matrimonio, que tan sin cesar critica? Sí, sí; mi especialidad es la discusión. Ya verás. Hoy mismo ataco a mi tío y arreglo todo. Durante la comida dirigí a mi prima toda una serie de gestos para notificarle que iba a entrar en batalla.
Dejándome llevar del único pensamiento racional que sobrevivía en mi cabeza, pregunté a Chisco: Dime, hombre, ¿se parece a esto nuestro valle? ¡Quiá! me respondió el espolique con el mayor desdén. Es más ancho, ¿eh?... y más... ¡Quiá! Ni la metá siquiera. ¡Demonios! repliqué . Pero serán más bajos los montes...
Palabra del Dia
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