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¡Los estúpidos! ¡como si entendieran el francés! dijo la dama mirando con soberano desprecio á todas partes y fijándose en el palco de Juanito de donde creyó oir partir un imprudente sst. Juanito en efecto era culpable; desde el principio se las echaba de entender todo y se daba aires, sonriendo, riendo y aplaudiendo á tiempo como si nada de lo que decían se le escapase.

Estoy algo enterado de la cuestión y no voy a permitir que abuses de la ignorancia de Mariano y todos éstos. ¿Cómo puedes decir que aquellos tiempos fueron malos y que ellos tienen la culpa de lo que ahora nos ocurre? El verdadero culpable es el liberalismo, el descreimiento de la época, el haberse metido el demonio en nuestra casa.

Si la joven era culpable ¿cómo el Príncipe, al ver que la acusación pesaba sobre él, no se salvaba revelando la verdad? Era evidente que esperaba salvarse con ella, valiéndose de todos los argumentos favorables al suicidio; quería salvarla por amor, por compasión, o más bien por aquel sentimiento de confraternidad que la comunidad de ideas debía crear y alimentar.

Señor juez: ¡soy víctima de una abominable maquinación! ¡Han logrado dar un golpe de chantage político sin ejemplo en la historia del sufragio universal! EL JUEZ. ¡No veo la relación que pueda tener esto con el sufragio universal! ELOY. ¿Me juzga usted culpable? EL JUEZ. Yo le pregunto solamente si confiesa los hechos.

Si ayer me hubiera hecho estas reflexiones, hubiera sido mejor: me considero, por tanto, culpable de esta falta. Cuando nos ocurre alguna desgracia, mi marido sufre mucho en el acto, pero después tiene más valor que yo.

Usted ha denunciado a las dos personas que estaban en la casa en el momento de la muerte; pero ¿contra cuál de las dos hay que dirigir las sospechas y las averiguaciones? ¡Ya sería hora de decidirse! ¿Es el Príncipe el culpable? ¿Y por qué habría muerto éste a la infeliz? ¿Por celos?

¿Culpable? interrumpió bruscamente Tragomer. ¿Está usted seguro? Á esta pregunta, tan directamente formulada, se produjo un efecto de estupor. He participado, por desgracia, de la convicción de los magistrados, del jurado y de la opinión pública, dijo Marenval, pues, en realidad, era imposible dudar.

Pareciole demasiado duro al señor de Maurescamp el tenerle por rival hasta en su interior conyugal, y hay que convenir en que si él no hubiese sido el menos recto y el más culpable de los maridos, su susceptibilidad en aquella ocasión habría sido de las más disculpables.

, esa hora, esa hora de amor, para llamarla por su nombre, había sido soberanamente dulce, porque no fué premeditada, porque no había pensado en darle su nombre sino después de haberla agotado; porque había sentido la ebriedad sin la falta. Ahora mi conciencia se ha despertado: véome en la pendiente de un amor imposible, ridículo, peor que esto, ¡culpable!

Cuando su hija se aproximaba a él para hacerle entrar en la casa o anunciarle que la comida estaba en la mesa, parecía despertar, darse cuenta de lo que le rodeaba, y sus ojos seguían a la muchacha con una mirada severa. ¡Mala mujer! murmuraba. ¡Jembra mardita! Ella, sólo ella, era la culpable de la desgracia que pesaba sobre la familia.